Sus asesinos, a sueldo y auspiciados por el ejército salvadoreño y americano, fueron los que aceleraron su proceso de canonización; sin duda consiguieron algo diferente a lo que pretendían: el ejército salvadoreño y el partido Arena pretendían “eliminar" definitivamente al “obispo del pueblo”, pero consiguieron justo lo contrario, que su asesinato fuera el comienzo de una presencia distinta de Monseñor en medio de su pueblo
"Quizás hoy no haya pasado esto, porque ante el genocidio de Gaza no se han oído muchas voces de obispos que lo denunciaran, probablemente la misma Iglesia en todo este proceso genocida no ha sido molesta, y por eso “ningún obispo ha sobrado”, porque todos han cumplido las normas establecidas"
Gracias, Monseñor Romero, gracias por seguir vivo, gracias por ser el santo que dio la vida por el pueblo, gracias en definitiva por tu modelo de vida y de actuar. Queremos que sigas siendo nuestra voz, queremos que nos sigan ayudando a ser nosotros también “voz de los sin voz”