“La Piedad” de Van Gogh
Vincent Van Gogh, espiritualidad y religiosidad hecha obra de arte (2)
Hace ahora un mes, con ocasión del paso al mar de la plenitud en Dios de Pedro Casaldáliga, hablé aquí de otros grandes obispos latinoamericanos contemporáneos: los mexicanos Sergio Méndez Arceo y Samuel Ruiz, los brasileiros Hélder Câmara y Antonio Fragoso, el ecuatoriano Leónidas Proaño, los argentinos Jaime de Nevares, Eduardo Pironio y Enrique Angelelli, el colombiano Gerardo Valencia y el salvadoreño Oscar Romero. Quiero ahora añadir algunos más: los chilenos Manuel Larrain y Raúl Silva Enríquez, los cardenales brasileiros Aloísio Lorscheider y Paulo Evaristo Arns y el ecuatoriano Alberto Luna Tobar. También quiero aportar ahora algo más de información y reflexión, sobre todo de la mano de un memorable trabajo de José Comblin (1923-2011), importante exponente de la Teología de la Liberación: “Los Santos Padres de América Latina”, que hace una calificación más exigente de esa “estirpe”, al compararlos con los Santos Padres de la Iglesia universal.
El trabajo de Comblin fue publicado inicialmente en 1984 y luego años después en la Revista Latinoamericana de Teología, más completo en Concilium y, muy resumido, en el portal de Koinonía. La publicación en Concilium (n. 333, 2009) formaba parte de un número monográfico sobre el tema, en el que había otros artículos sobre Hélder Câmara, Leonidas Proaño, Sergio Méndez Arceo, Aloísio Lorscheider y Oscar Romero, disculpándose en el editorial por la falta de un estudio específico sobre Manuel Larraín. El número se completaba con un trabajo de G. Gutiérrez sobre Bartolomé de Las Casas, otro sobre “Matrística latinoamericana” (donde destaca el caso singular de Sor Juana Inés de la Cruz, considerada por algunos autores como una genuina madre de la Iglesia Latinoamericana en el sentido clásico) y otro sobre el “Magisterio colectivo en el episcopado latinoamericano y caribeño”.
Entre los obispos fundadores de la Iglesia latinoamericana, Comblin habla de los “tenores”, la primera generación: Manuel Larraín y Hélder Câmara –los mayores referentes, a los que llega a calificar como “los dos santos padres por excelencia”–, Sergio Méndez Arceo, Leónidas Proaño y Eduardo Pironio –de los que hablé en mi primer artículo, salvo del primero–, Ramón Bogarín (obispo de San Juan Bautista de las Misiones, Paraguay) y José Darnmert (obispo de Cajamarca, Perú). Junto a ellos, y presentes desde el inicio, Antonio Fragoso –del que hablé también en mi primer articulo–, el cardenal Silva Henríquez, José Távora, Fernando Gomes dos Santos y Landázuri Ricketts. Tras esa primera generación, vino una segunda en la que cita en primer lugar a los mártires Óscar Romero, Enrique Angelelli, Gerardo Valencia –de los que hablé también en mi primer artículo– y Juan Gerardi (obispo guatemalteco asesinado brutalmente en 1998, tras la publicación del informe Guatemala: nunca más), a los cardenales Aloísio Lorscheider y Paulo Evaristo Arns, y al argentino Ponce de León.
Comblin añade otros nombres destacados como el mexicano Samuel Ruiz y el argentino Jaime de Nevares –de los que hablé en mi primer artículo–, su compatriota Fernando Ariztia, José Dammert (renovador de la Iglesia en Perú), el chileno Enrique Alvear, el paraguayo Santiago Benítez, el panameño Marcos McGrath y los brasileiros Tomás Balduino, Pedro Casaldáliga, Cándido Padin, José Maria Pires, Luciano Mendes de Almeida, Erwin Kräutler, Moacyr Grechi y Valdir Calheiros. Comblin no nombra a Podestá –aunque pudiera tener motivos de cara a una nueva Iglesia con curas casados y mujeres curas–, ni a Luna Tobar, de quien hablaré aquí.
Para Comblin, estos obispos poseían las cualidades de los Santos Padres:
Manuel Larraín (1900-1966), que Comblin cita como “cabeza del grupo”, fue obispo de Talca entre 1938-1966, y cumplió un destacado rol en la Iglesia chilena. Nació en el seno de una distinguida familia chilena, pero pronto tomo otras opciones sociales a favor de los más pobres que le generaron conflictos y rechazos de alta sociedad. Fue un obispo reformador, muy ligado a los jóvenes y a la Acción Católica. Tuvo una destacada participación en el Concilio Vaticano II, donde formó parte del sector más progresista y fue uno de los cuarenta obispos firmantes del Pacto de las catacumbas. Fue fundador del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), del cual fue elegido vicepresidente y luego presidente hasta su muerte en un accidente.
Durante su vida, abogó insistentemente por la organización sindical de trabajadores y campesinos como medio principal de mejorar su calidad de vida, de superar las desigualdades y de implantar un orden social cristiano. En la década del 60 fue pionero en la reforma agraria de su país; a mediados de 1962 entregó tierras propiedad del Obispado de Talca a un grupo de campesinos, dando un primer paso para este proceso, que luego sería seguido por Raúl Silva Henríquez en su diócesis de Santiago de Chile, y por los presidentes Jorge Alessandri, Eduardo Frei y Salvador Allende.
Raúl Silva Enríquez (1907-1999). Salesiano, arzobispo de Santiago de Chile entre 1961 y 1983, fue un acérrimo defensor de los derechos humanos que se violaron durante la dictadura militar de Augusto Pinochet. Fue el primer presidente de la Junta ejecutiva de Caritas Chile, y con el Instituto Católico de Migraciones (INCAMI) hizo una gran labor con los inmigrantes. Participó de forma destacada en el Vaticano II, y en 1962 fue designado cardenal por Juan XXIII.
De talante reformador, impulsó la distribución de las tierras de la Iglesia católica chilena entre sus trabajadores organizados en cooperativas, con el fin de crear conciencia sobre la situación de los trabajadores agrícolas, que influenciaron a los gobiernos de la época para una reforma agraria. Tras el golpe de estado de Pinochet (1973), fue uno de los principales defensores de los Derechos Humanos; fundó con otras iglesias cristianas el Comité Pro Paz, con el fin de resguardar a los perseguidos por la dictadura, que fue cerrado por ésta dos años después. En respuesta a esta situación, creó en 1975 la Vicaría de la Solidaridad, principal organismo defensor de los derechos humanos durante la dictadura, que recibió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, en 1986. Sostuvo agrias disputas con la dictadura de Pinochet, lo que significó que este presionara a la curia para su remoción.
Paulo Evaristo Arns (1921-2016). Franciscano, arzobispo de São Paulo y cardenal. Su actuación pastoral estuvo siempre orientada hacia los marginados, los trabajadores, y la formación de comunidades de base en los barrios, principalmente los más pobres. Estuvo una década de sacerdote asistiendo a los más pobres de Petrópolis, y perteneció al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Fue buen amigo de Hélder Cámara y estuvo en los orígenes de la Teología de la Liberación.
En 1966 fue designado auxiliar de la arquidiócesis de São Paulo, y en 1970 Pablo VI lo nombró arzobispo de la arquidiócesis. Fue siempre un activo defensor de los derechos humanos; destacando por su lucha contra la tortura durante la dictadura de Brasil y el restablecimiento de la democracia. En ese período, fue uno de los sutores del libro Brasil nunca mais e integró el movimiento Tortura nunca mais. Publicó también otros libros como A humanidade caminha para a fraternidade, A guerra acabrà se vocé quiser y Communidade: união e acção. En 1989 Juan Pablo II dividió la arquidiócesis de São Paulo, en cinco; se sostuvo entonces que la razón de dicha decisión, fue restar poder a Paulo E. Arns, debido a su afinidad con la Teología de la Liberación.
Aloísio Lorscheider (1924-2007), franciscano arzobispo de Aparecida y cardenal (en la foto con Helder Cámara). Juan XXIII lo nombró en 1962 obispo de la diócesis brasileña de Santo Ângelo, misión importante y conflictiva en la que prestó particular atención a los más pobres y marginados. Pablo VI lo nombró luego para la sede arzobispal de Fortaleza (1973), lo hizo cardenal en 1976, y finalmente lo nombró arzobispo de Aparecida (1995). Presidió la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBBA) y luego fue presidente del CELAM. Fue también presidente de Cáritas internacional. Se cuenta que antes de partir hacia Roma en agosto de 1977 para elegir sucesor de Pablo VI, el cardenal Albino Luciani anunció que había llegado el momento de que la Iglesia tuviese un pontífice del tercer mundo, y no mantuvo en secreto el nombre de su candidato: el cardenal brasileño Aloisio Lorscheider; “una mente privilegiada, hombre fiel y culto…y, lo que es más importante, está en cuerpo y alma con los pobres”, argumentaba Luciani. Como es sabido, no fue posible.
Activista social y comprometido con la Teologia de la Liberación, se distinguió por su valerosa lucha contra el brutal régimen militar que gobernó el país entre 1964 y 1985. Pero sobre todo, se destacó internacionalmente por su defensa de los teólogos de la liberación, castigados inmisericordemente por Juan Pablo II y Joseph Ratzinger; particularmente defendió a Leonardo Boff al ser suspendido y procesado en los años 80.
Alberto Luna Tobar (1923-2017). Carmelita, arzobispo de Cuenca, fue periodista, confesor y consejero como un referente nacional en la opinión sobre asuntos ecuatorianos; pero, sobre todo, pastor de los indígenas, servidor de los más pobres de los barrios populares, y hombre profundamente humano. Es otro prelado llamado también, con justicia, “obispo de los pobres”, apasionado de sus causas, un hombre libre y bueno. A finales de los años 90 del pasado siglo, su figura pasó a ser símbolo de resistencia al encabezar movilizaciones junto con indígenas del país, contra de la crisis bancaria que se desató durante el Gobierno de Jamil Mahuad; la protesta logró, posteriormente, la caída del presidente. Durante el gobierno de Rafael Correa fue presidente de la Comisión Especial de Investigación de la Deuda Externa e integró la Comisión de la Verdad, dedicada a evaluar casos de violaciones de los derechos humanos.
“Las palabras de monseñor Alberto Luna Tobar son recordadas por su gente, por el pueblo, por las personas que lo escuchaban con atención en sus intervenciones, en las misas y conversaciones cotidianas –comentaba un periódico ecuatoriano-. A través de ellas se mostró como un hombre sabio y sensible”.
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