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La encíclica Laudato Si’, con su crítica de la actuación humana en el planeta y una llamada rotunda a un claro compromiso ecologista por un cambio, generó de inmediato simpatías y antipatías, dentro y fuera de la Iglesia. No dejó a nadie indiferente, pues como decía en mi artículo anterior, la encíclica es revolucionaria si bien pacífica. Lo es de manera literal, pues llama a una revolución económica, social y cultural (n. 114); y las revoluciones no dejan a nadie indiferente. Esta reacción hizo del año 2015 el año en que la ecología se convirtió oficialmente en un asunto católico, como reconocía el colectivo catalán Cristianisme i Justicia por medio de su Grupo de Sostenibilidad y Ética Cristiana.
Las simpatías vinieron de gran número de medios de comunicación y de la mayor parte de la gente que supo de ella en todo el mundo; gente de la más diversa índole y condición, ilustrada y popular, los pobres y los no tan pobres. El eco de Laudato si’ en los medios de comunicación, desde occidente a oriente, fue inusitado. En editoriales de diarios y de prestigiosas revistas científicas y de economía, además de todos los semanarios y foros digitales católicos. El creciente interés por la opinión del Papa, además de los numerosos semanarios y foros digitales católicos, se vio reflejado en la prensa internacional (El País, El Mundo, La Vanguardia, Le Monde, The New York Times, The Guardian…), en editoriales de prestigiosas revistas científicas como Science, en think tanks (RTCC, Think Progress, Renew Economy…), en organizaciones ecologistas, etc. Las simpatías expresas vinieron incluso de organismos internacionales como la ONU, por medio de su Secretario general Ban Ki–moon, o altos representantes de la FAO y del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Las antipatías vinieron en parte de los sectores conservadores de la Iglesia católica y otras confesiones protestantes norteamericanas y de la derecha liberal. Uno de los más activos fue el cardenal norteamericano Raymond Burke, defensor entusiasta de Donald Trump y conocido por su capa cardenalicia kilométrica, o de periodistas católicos como el norteamericano Rush Linebaugh, que llegó a calificar a Francisco de “papa marxista”.
Burke no fue el único prelado crítico con Francisco y la encíclica. Coincidiendo con la publicación de mi anterior post sobre ésta, vi inmediatamente antes en la portada de RD la noticia de una carta de otro tristemente conocido monseñor, Carlo Maria Viganò –ex nuncio vaticano en Washington con Benedicto XVI y conocido opositor a Francisco–, en apoyo a la política del presidente Donald Trump, un fascista autoritario y un fantoche peligroso, como piensan también cada vez más norteamericanos, avergonzados de tener un presidente así.
La carta lo reconocía como un “hijo de la luz”, intrépido luchador contra los ejércitos de Satanás y paladín de la libertad de culto. Según Viganò, Trump encarnaría la resistencia contra los que atacan los valores de la patria, la familia y el pueblo, y sus críticos no sería más que sirvientes del poder oscuro, el choque entre Dios y Satanás. Demencial!
El presidente aplaudió inmediatamente sus palabras y las relanzó con un tweet. La noticia fue poco despues de la visita de Trump al santuario dedicado a Juan Pablo II, con la desaprobación del arzobispo negro de Washington, y el día siguiente a haber enarbolado la Biblia frente a la Iglesia Episcopaliana de la ciudad, con la desaprobación de su obispa, y tras haber desalojado violentamente con las fuerzas del orden las protestas antirracistas. Dios los cría y ellos se juntan…
Pero, las antipatías hacia la encíclica vinieron sobre todo de los templos de la economía capitalista de mercado; donde la rentabilidad económica es el lema más importante que rige en la sociedad, la política y la misma vida. Nada más ver la luz pública, David Brooks, uno de los maestros del conservadorismo USA y columnista del New York Times, publicó su crítica, hablando de las presuntas “afirmaciones acientíficas” de ésta y su “visión exagerada y reduccionista de la realidad” (“Fracking and the Franciscans”, The New York Times, June 23, 2015). Evidentemente, las montañas de basura y la realidad de los pobres alrededor de ellas no se ven del mismo modo desde el imponente edifico del New York Times o las plácidos colinas de California que desde las favelas de Río de Janeiro, en los barrios de invasión de Quito y los barrios de desplazados de Bogotá que he podido conocer, o los suburbios de Calcuta, Nairobi, etc.
Los conservadores norteamericanos ya decían hace años que los ecologistas eran como las sandías: verdes por fuera y rojos por dentro. Unos revolucionarios peligrosos para el stablishment, el orgulloso “modo de vida americano”. En efecto, para ellos, los ecologistas son peligrosos porque quieren cambiar este sistema injusto y depredador desde la raíz; desde su fundamento en una economía rapaz, cuyo dios es el máximo rendimiento económico en la explotación de la hermana tierra.
En la encíclica encontramos:
Las claves de los desafíos de Francisco en la Laudato si’ van en dos direcciones:
De estas dos claves hablaremos en sucesivos artículos.
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