“La Piedad” de Van Gogh
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Joan Chittester: “La Iglesia tiene que cambiar, cambiar, ¡cambiar!”
La “Asamblea sinodal laica” (Lay-led Synodal Assembly) o “Sínodo en la sombra“ (Shadow Synod) ha concluido su encuentro al caer la tarde del 14 de octubre con estas palabras de Joan Chittester y Mary McAleese con las que titulo mi post, dos mujeres de las más valiosas en la Iglesia, aunque no se haya querido contar con ellas en el Sínodo vaticano, o Sínodo de la Sinodalidad, descrito como un camino abierto y participativo de toda la Iglesia, en el espíritu de Francisco.
La primera es una conocida monja benedictina, exprofesora de universidad y reputada conferenciante internacional, una de las teólogas católicas norteamericanas más destacadas, con más de mediocentenar de libros publicados, algunos de ellos bestsellers publicados en varios idiomas. La segunda es una laica católica, doctorada en la Universidad Gregoriana, excatedrática y excanciller del Trinity College de Dublin, y expresidenta de Irlanda. Ambas mujeres lúcidas, críticas y libres en la Iglesia.
Si bien mi anterior artículo ha suscitado comentarios muy críticos e incluso insultantes de los ultras intolerantes de siempre -algunos de esos insultos han tenido que ser eliminados por el moderador de estos blogs-, aunque también recibí palabras de agradecimiento por otros medios, continúo a hablar de este soberbio encuentro en Roma -de cuyo programa ya he hablado en un anterior post-. El encuentro lleva el significativo título de “Derechos humanos en una Iglesia Católica emergente”, convocado por la organización internacional Spirit Unbounded (“Espíritu sin fronteras”), con el apoyo de más de cuarenta organizaciones de Iglesia conocidas sobre todo allende nuestras fronteras (WOW, WOC, ARCWP, CfCh, Donne per la Chiesa… ) y alguna española como Redes Cristianas.Este nombre le ha venido como anillo al dedo para este Sínodo alternativo, en el que hemos oído palabras dichas con paz, pero con energía, con libertad interior y exterior.
Una pena que todo se desarrollara en inglés, con la dificultad que supone para las personas hispanohablantes que no conocen esa lengua y sin poder contar con interpretación simultánea, debido a la precariedad de los medios; ojalá se tenga en cuenta en otra ocasión, porque posiblemente haya sido una de las razones de que solo hayamos participado dos españoles (mi esposa Christina, intérprete que ha sido de gran ayuda, y yo) y algunos hispanoamericanos. Uno de ellos/as una persona destacada: Raúl Vera, obispo emérito de Saltillo (México), colaborador de Samuel Ruiz en Chiapas y una de las voces episcopales críticas en la Iglesia latinoamericana, con quien tuve ocasión de una conversación que aparecerá aquí en unos días.
Aunque la mayoría de las charlas y debates fueron on line desde el pasado domingo 8 (con participaciones de teólogos destacados como Leonardo Boff y Diarmuid O’Murchu y otros), los días 13-14 hubo el encuentro presencial simultáneamente en Roma y Bristol, también con algunas personas destacadas.
Hubo interesantes conferencias de especialistas sobre las mujeres en la Iglesia italiana (Dora. Paola Lazzarini), en la alemana (Dora. Claudia Nothelle) y en la de Zimbabwe (Martha Musonza); otras sobre las discípulas femeninas de Jesús con dos especialistas inglesas de las universidades de Edinburgh (Dora. Helen Bond) y del King’s College de Londres (Dora. Joan Taylor), sobre los escándalos sexuales en la Iglesia (Dor. Luca Badini), y conferencias como “Quien y qué cosas echamos de menos en el Sínodo y por qué” (Jamie Manson) o “Ya hemos ganado”, de la Dora. alemana Martha Heizer cofundadora de We Are Church (Somos Iglesia), que fue sancionada hace años en la Iglesia: “No necesitamos -dijo- que la Iglesia nos enseñe como debemos amarnos las parejas”.
Bridget Mary Meehan, obispa norteamericana e irlandesa y teóloga con numerosas publicaciones, habló esperanzada de su Asociación de mujeres presbíteras en la Iglesia católica (ARCWP), que cuenta ya con un importante grupo no solo de presbíteras sino también de obispas.
Las dos conferencias más importantes fueron a cargo de las dos mujeres que he nombrado al comienzo. Joan Chittester habló de “Vivir el discipulado de iguales”. Empezó diciendo con humor que no quería venir a Roma, porque tenía miedo de que le ocurriese como a Jesús de Nazaret, que tampoco quería ir a Jerusalén, porque temía que le pasase lo que le pasó… Pero fue. De hecho, tuvo graves problemas con la jerarquía hace más de veinte años por participar en el primer gran encuentro del WOW (Red Mundial para la Ordenación de las Mujeres).
“La pregunta fundamental es ¿qué necesitan realmente las comunidades de la Iglesia?”, dijo al comienzo. Y la respuesta fue rotunda: “La Iglesia tiene que cambiar, cambiar, ¡cambiar!”. Contó una conocida anécdota de una niña a la que su madre llevó un día a la iglesia, y al ver que solo había hombres dirigiendo la celebración preguntó por qué era así; y su madre le respondió: “Es que en la Iglesia los que dirigen son sólo los hombres”. Y la niña contestó: “Entonces ¿qué hacemos aquí nosotras?”.
“Los retos fundamentales de la sociedad hoy en día son la humanización de los derechos humanos y la cristianización de la Iglesia”, dijo Chittister. “Porque -continuó luego- la Iglesia está fallando gravemente con todas las personas con las que no debería hacerlo: los niños, las mujeres, las minorías, los marginados y los más pobres… Los más heridos por la sociedad”. Reclamando una verdadera igualdad de mujeres y varones en la Iglesia, con el acceso a los ministerios ordenados.
El compromiso cristiano -repitió- está en vivir una de discípulos de Jesús y ser coherentes con ella; es decir, “vivir de la manera como él vivió: libre y comprometido con los más marginados”. La Iglesia tiene que encontrar hoy el camino del verdadero discipulado: para ella, para las mujeres y para todos, siendo “consecuente con el bautismo”.
Por su parte, Mary McAleese tituló su larga y animada charla, muy crítica con la jerarquía de la Iglesia actual, “Se niega el discipulado de iguales”. Comenzó con una frase rotunda: “Todas las desigualdades escandalizan a Cristo”, y esto afecta especialmente a la mayor institución religiosa del mundo, con silla en la ONU: la Iglesia católica. Esta debe cambiar sobre todo en ser fiel a la igualdad que supone el discipulado de Jesucristo. Y también en otros aspectos. “La Iglesia no es creíble porque no es trasparente”; de este modo, no es consecuente con el mensaje de su Maestro.
Sin embargo, este discipulado de iguales ni siquiera figura en el Instrumentum laboris del Sínodo vaticano. Aún alabando la valentía de Francisco en la defensa de los más pobres y de la creación, McAleese fue crítica con él porque no es así en la Iglesia y hace poco por cambiar la faz de esta Iglesia patriarcal y machista. Llegó a decir: “A pesar de su talante fresco y sus afirmaciones innovadoras, la teología de Francisco acaba siendo machista, injusta y violadora de los derechos humanos en la Iglesia, al negar la igualdad real de las mujeres en ella”.
Ambas mujeres tuvieron el debate final con preguntas de la gente que estaba participando en Roma y en Bristol. Nos regalaron frases como:
“En el Sínodo han acabado hablando sobre qué se debería hablar en él, en vez de hablar de lo ya les llegó desde las comunidades”, aunque hubo palabras valientes como las de delegación alemana (McAleese). “El auténtico discipulado de Jesús no es obediencia sumisa, es ser críticos como él con todas las injusticias y las desigualdades patriarcales… Así hacían los Apóstoles, los encarcelaban y volvían a anunciar el mensaje”; “Somos como un ejército de soldados que portan una bomba atómica, pero no les hacen caso”; “Explicad a la gente por qué habéis venido aquí y lo que hemos hablado, eso va cambiar las cosas en la Iglesia”; “Lo que aquí hacemos es muy diferente de lo que están haciendo en el Sínodo del Vaticano”; “Una Iglesia sinodal es una Iglesia que escucha realmente y que no se queda en silencio, acallando las preguntas” (Chittister). McAleese añadió palabras duras sobre la falta de esta comunicación que mata a la Iglesia: “Lo que hay ahí fuera es el imperio del miedo”.
A la pregunta de un periodista The Synodal Times, un diario creado para la ocasión, sobre si “el papa Francisco está “quitando con una mano lo que da con la otra”, contesta la expresidenta: “El Papa solo está dispuesto a cambiar lo que puede cambiar, que es poco; parece que está más preocupado de que le quieran, por eso dice lo que la gente quiere escuchar”; “El papa está por nadar y guardar la ropa (o “dar una de cal y otra de arena”, traducción castiza de la expresión que utilizó “flip flop pope”)… Nadie sabe lo que realmente piensa… Aunque así ha creado un espacio para que el Espíritu se exprese”. Chittister acabó con las palabras esperanzadoras de la vieja canción de Bob Dylan: “Los tiempos están cambiando… Y cambiarán más si pensamos y decidimos por nosotras mismas… ¡No os calléis!”.
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