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EL REY RARO

Yo sigo a un rey muy raro.

Su corona es de espinas y jamás llevo cetro de oro;

una vez le pusieron una caña en las manos

y una capa de soldado como manto.

Prefirió un pobre borrico a un caballo.

Lavo los pies a su consejo de ministros,

pescadores incultos y cabezotas,

violentos, hasta incluso un publicano traidor.

Un rey amigo de los pecadores y las prostitutas,

que dormía en casa de sus amigos,

pues nunca tuvo palacio residencial.

Un rey sin guardaespaldas solo ante el peligro.

Un rey que nació en una cueva llena de animales,

al que visitaron un pobres pastores

y unos magos extranjeros.

Un rey que apenas dormía para atender y consolar

a todos los plebeyos que se arremolinaban a su alrededor.

El rey del perdón, de la ternura, de los niños y las viudas.

Un rey que no es de este mundo.

Su compasión es su programa de gobierno,

abriendo las puertas de su nuevo reino

a todos aquellos que quieran salvarse de la tempestad,

por su amor y su misericordia infinitas.

Nuestro rey no pertenece a ningún partido,

no es de ninguna ideología,

no se impondrá con ninguna bandera ni movimiento político,

no se hará con el mundo por la fuerza.

El rey que comparte su vida sencillamente,

que se entrega en una cruz,

que conquista con la fuerza de la paz y la palabra.

Ese es nuestro Rey,

el Rey de los perseguidos, de los desechados,

de los marginados del mundo.

El rey que ha vencido para siempre a la muerte y al mal,

rey del universo entero, dinosaurios, cometas, estrellas, civilizaciones.

Jesucristo, Rey del Universo.

Poderoso en su humildad que nos ofrece el Reino de los cielos

que ya comienza a estar aquí con su presencia real

y la de todos sus seguidores, luz en la montaña,

levadura en la masa, sal en la paella,

perfume de azahar en la fiesta.

Unámonos a la Revolución del Rey.

Transformemos el mundo con nuestra compasión.

¡Viva el Rey!

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