“Las simbólicas cristianas se están diluyendo y no refieren sentido. Esto nos cuesta verlo y aceptarlo”
Falta de conversión está dando continuamente la Iglesia (Domingo 2º de Adviento 07.12.2025)
Este año nos sentimos más “pueblo que camina en tinieblas...”
Hermanos:
“os anuncio una buena noticia,
que será de gran alegría para todo el pueblo:
os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” (Lc 2, 11).
Este año nos sentimos más “pueblo que camina en tinieblas...,
que habita en tierra y sombras de muerte” (Is 9,1);
Este año sentimos con especial crudeza:
“la vara del opresor, el yugo de su carga,
el bastón de su hombro, la bota que pisa con estrépito
la túnica empapada de sangre” (Is 9,3-4).
La Covid-19 ha acrecentado nuestro desorden:
ha infundido más miedo a salir y entrar, a hablar y escuchar;
está impidiendo el trabajo y acercando la miseria;
viene sembrando cansancio, dolor, impotencia, muerte.
Sigamos rebuscando palabras de consuelo:
“Pues, todo lo que se escribió en el pasado,
se escribió para enseñanza nuestra,
a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo
que dan las Escrituras mantengamos la esperanza” (Rm 15,4).
“Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan” (Sal 23,4).
“No temas, gusanillo de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio...” (Is 41,14).
“¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo
que nos consuela en cualquier tribulación nuestra
hasta el punto de poder consolar nosotros a los demás en cualquier lucha...!” (2Cor 1,3-4).
Repitamos diariamente la llamada de Jesús:
“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28).
Sintamos la Providencia en la buena gente:
“Maravillosamente protegidos por poderes bienhechores,
esperamos confiados lo que venga.
Dios está con nosotros mañana y noche
y ciertamente en cada nuevo día” (poema de Dietrich Bonhoeffer);
“poderes bienhechores” son el Servicio Público de Salud,
sus profesionales, “manos largas” divinas;
nuestros familiares y amigos, vigilantes y cuidadores;
los científicos que calientan la esperanza de superación;
la vacuna cercana, que sostendrá muchas esperanzas.
El nacimiento de Jesús sigue siendo “Buena Noticia,
gran Alegría para todo el pueblo”:
no “todo pueblo” tiene nuestro “servicio de salud”;
no “todo pueblo” tiene profesionales adecuados;
parte del pueblo vive en pobreza extrema (26% de los españoles);
siguen en pie las vallas para quien viene pidiendo ayuda;
los desiertos africanos y el Mediterráneo almacenan muertos;
las catástrofes naturales siguen más duras para los mismos...
El desajuste mundial se ha agudizado en su magnitud:
el mercado libre no suprime el hambre y la injusticia;
las conductas humanas siguen esclavas de la fuerza bruta;
nuestra sobreabundancia impide ver las mesas vacías;
nuestras iglesias carecen de coraje para compartir sus bienes;
confiamos poco en el Espíritu de Jesús...
La Navidad nos convoca a “nacer de nuevo” (Jn 3,7):
“no hay pandemia, no hay crisis, nos ha recordado el Papa,
que pueda apagar esta luz” (Angelus del 06.12.2020);
más allá de la pandemia, sigue en pie el abrazo del Espíritu del Jesús:
abrazo a todo ser humano;
abrazo libre en favor de la dignidad personal;
abrazo de heridas y fracasos;
abrazo de derechos y deberes humanos;
abrazo compasivo, cordial, lleno de ternura;
abrazo gratuito, comprometido, que cuida y alegra.
Digamos convencidos: “¡Ven Señor Jesús!” (Ap 22.20):
sintamos la llamada: “tenéis que nacer de nuevo” (Jn 3,7);
intuyamos “un cielo nuevo y una tierra nueva”;
descubramos “la morada de Dios entre los humanos”;
creamos: “mira que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,1.3.5)
Soñemos otra normalidad posible:
“Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra...
Regocijaos, alegraos por siempre por lo que voy a crear:
ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido;
ya no habrá allí niño que dure pocos días,
ni adulto que no colme sus años,
pues será joven quien muera a los cien años...
Antes de que me llamen yo les responderé,
aún estarán hablando, y ya los habré escuchador” (Is 65,17-20.24).
Navidad nos trae el Espíritu de Jesús:
“Como el Padre me ha amado, así os he amado yo;
permaneced en mi amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros” (Jn 15,9.11).
“Dejemos entrar en nuestro corazón la luz de la Navidad:
tomemos la mano de quien lo necesite,
de este modo Jesús nacerá dentro de nosotros” (Angelus del 06.12.2020).
“El mismo Señor... viene ahora a nuestro encuentro
en cada persona y en cada acontecimiento,
para que lo recibamos en la fe y, por el amor,
demos testimonio de la espera gozosa de su reino” (Prefacio I/B de Adviento).
Salgamos, pues, a los caminos de la vida a hacer Navidad:
- dando comida y vestido, salud y trabajo, educación y cultura;
- saneando la democracia, votando libremente a los más sabios y mejores;
- participando en actividades en favor de los más débiles;
- arriesgando para ser sal y fermento de fraternidad;
- ayudando a nacer, a vivir y a morir con dignidad...
Besemos la imagen del Niño en los más débiles y enfermos:
marginados y excluidos de la sociedad y de la Iglesia;
heridos y desfigurados por el hambre y la incultura;
víctimas de la barbarie y el fanatismo...
¡Feliz celebración de Nacimiento del Hijo de Dios y del Hombre!
Leganés, 24-25 diciembre 2020
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