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Rescatado del desván de la memoria histórica
San José, el carpintero, padre putativo de Jesús, es el patrón de las Fallas de Valencia, las que este año no han sido plantadas, por mor del coronavirus. Sobre la ciudad de Valencia todos los marzos se dejan caer el millón de personas para contemplar y admirar estas difíciles de explicar fiestas falleras, donde los valencianos tiran la casa por la ventana.
Las fallas de Valencia actuales no son otra cosa que las sucesoras de las antiguas hoguera que en calles, barrios, pueblos y ciudades hacía el pueblo en la víspera del equinoccio de marzo o primaveral, en el paso del invierno a la primavera. En realidad es una antiquísima costumbre o tradición universal, de las culturas de los distintos países del mundo, que en tierras valencianas adquirió con el tiempo su modalidad o variante barroca y mediterránea.
Se hacía hogueras de júbilo, en impetración de bienes y prosperidad, de deseos de felicidad a la tierra y a los dioses, se pedía el alejamiento del mal y los desastres y un futuro próspero y grato para quienes festejaban en torno a las llamas o las saltaban. Al fuego se le atribuía efectos purificadores, espantador de males y de malos espíritus. El fuego encendido frente a las casas era considerado protector.
El origen de las Fallas de Valencia se remonta poco más allá del siglo XVIII y comenzaron a adquirir el formato actual a principios del siglo XIX, unidos sus primeros pasos al Gremio de Carpinteros, que, a finales del siglo XV, por influencia de san Vicente Ferrer, nombró patrón del oficio a este santo, que la Iglesia tuvo olvidado y marginado hasta el siglo XVII.
El Gremi de Fusters en el convento de religiosas Carmelitas de la Encarnación, situado a pocos metros de su sede gremial, aún existente, en el barrio de Velluters, donde se veneraba al santo
Fue el fraile dominico Vicente Ferrer quien en el siglo XV fomentó por libre la devoción al casto esposo de la Virgen. Puso de moda el santo y fueron muchos los bautizados con su nombre, costumbre que de manera singular sigue vigente dio en la región valenciana llena de José, José Marías, Pepes, Pepitos, Pepitas y Josefinas.
El Gremio de Carpinteros, potente en aquella época, haciéndole caso, le declaró en 1497 protector y patrono del oficio. La popularidad de san José llegó al extremo de que el Consell de la Ciutat solicitara al arzobispo (san) Juan de Ribera lo declarase también patrón y protector especial de la ciudad, hecho que ocurrió en 1609.
Años después, en 1621, Roma a remolque del exterior, Valencia sobre todo, se animó e instituyó oficialmente la fiesta de san José en la liturgia católica. Poco caso le habían hecho hasta entonces. Luego le llegaron los honores con el Carmelo Descalzo –que lo presentan siempre con corona- y hasta los Siete Domingos de san José, por influencia de santa Teresa de Jesús, fundadora de la Orden Carmelitana, que promocionó su devoción entre los cenobios a su cargo.
El investigador Jesús Villalmanzo Cameno, que tiene un interesante estudio sobre las Ordenanzas del Gremio de Carpinteros de Valencia, sitúa el origen de patronazgo josefino sobre el Gremi de Fusters en el convento de religiosas Carmelitas de la Encarnación, situado a pocos metros de su sede gremial, aún existente, en el barrio de Velluters, donde se veneraba al santo. Con el nuevo patrono, quedó desplazado el antiguo, san Lucas.
Villalmanzo ha encontrado documentación que remite en 1740 a la plantà de una Falla, una gran hoguera, delante de la Casa Gremial, integrada por la respetable cantidad de tres quintales de leña, en la noche de san José, patrón del Gremi de Fusters. El Marqués de Cruilles, erudito de las cosas y costumbres de la ciudad, habla de que se aprovechaba la hoguera de los residuos de la madera trabajada en los talleres, los cuales quemaban al palo o “stay”, que sostenía la antorcha iluminadora de las largas veladas de trabajo en el invierno, al no hacer más falta por alargar el día en pasando el de san Matías en lo último de febrero.
Así fueron cristianizadas las primitivas y ancestrales hogueras equinocciales de primavera, en nuestro caso, advocadas a san José, tanto tiempo olvidado por la Iglesia en su catálogo litúrgico y devocional. Las Fallas en la cartelería de su promoción eran anunciadas hasta hace pocos años como Fallas de san José.
Luego las propias Fallas se olvidaron de él, lo borraron y descolgaron, aunque siguieron manteniendo una reducida ofrenda floral en el puente de su nombre. Del olvido se percató Carlos Osoro siendo arzobispo de Valencia e hizo que en la plaza de la Virgen durante la Ofrenda de Flores a Ella, frente por frente, estuviera presente una pequeña imagen de san José dentro de una vitrina, asistiendo desde su humilde posición al espectacular y masivo acto de la ofrenda a su esposa María.
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