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"Belorado, entre lo grotesco y lo trágico"
Lo absurdo y lo grotesco no son simplemente un ejercicio de estilo o, peor aún, de género (de lo contrario tendría límites muy concretos), sino que es el intento de cuestionar la forma y sus límites en relación a la figura humana. Los protagonistas son figuras caricaturescamente replegadas sobre sí mismas. Y lo digo sin ironía ni sarcasmo. Tampoco con sonrisa. Sí me asombra la deformación continua… de mal en peor…
Lo grotesco aquí no tiene límites precisamente porque consiste en una serie de operaciones que se caracterizan por el desbordamiento de la equivocación respecto de toda lógica eclesial. Se podría incluso decir que lo grotesco es a la vida, lo que la paradoja a la lógica. Lo grotesco aquí no tiene límite porque está en el límite, insiste en el límite, presiona el límite… y persiste en una salida hacia adelante sin mostrar un mínimo deseo de re-capacitar y re-considerar un discernimiento tan presuntamente espiritual (creyente, evangélico,…) como manifiestamente equivocado.
La última noticia ahonda más en todos los rasgos tragicómico y paradójico de lo grotesco y absurdo. Aquí lo alto se desborda en lo bajo y viceversa, dando lugar a una desorientación que se convierte en celebración, sonrisas, risas… en la pose de una fotografía.
¿Qué hay entre lo grotesco y lo trágico? Lo grotesco y lo trágico siempre se han sucedido y confundido en la búsqueda de una posible identidad buscada entre el ser y el aparecer. Lo grotesco no es un género ni un estilo. Es, ante todo, una visión del mundo, una manera de concebir y sentir la vida y su devenir. Lo grotesco no sólo define un amplio territorio, sino que también se caracteriza por una oscilación entre la esfera cómica y trágica, la risa y el horror, la afirmación y la negación, la alegría y el miedo, la vida y la muerte. Existe un vínculo profundo entre lo grotesco.
De tal palo, tal astilla. O de tal padre, tal hijo. El nuevo obispo fake Rodrigo da Silva, y las exmonjas de Belorado se merecen recíprocamente, y se reclaman mutuamente. Y por aquello de completar la figura geométrica, ahora la familia ha crecido con un nuevo vértice, el cura Jesús Casas Silva. Casi como un triángulo amoroso. El hijo siempre se parece al padre y a la madre. Es decir, muchas veces el carácter y las formas de actuar, no sólo los rasgos físicos, de uno de los padres también se pueden encontrar en el niño. Las exmonjas se reconocen en ellos y ellos en sus dirigidas. Y la historia de esta relación hasta podrá ir creciendo de despropósito en despropósito. Ellas hasta les verán como sus “héroes” y ellos como sus protegidas. Esta farsa es cada vez más teatral cuando los actores protagonistas ya posan para la foto. La transición de la tragedia a la farsa va tomando más cuerpo y arraigando cada vez un poco más.
Mientras tanto, estimadas hermanas exmonjas, no hay mejor decisión que la huida hacia adelante… ¿Quién dijo miedo? ¡Antes muertas que rendidas! Es el no va más de este prolongado despropósito.
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