"El cristianismo está sacerdotalizado" decía hace poco el teólogo Costadoat en RD, pero habría que añadir también, que, a su vez, el sacerdocio está celibatizado. Éste es el meollo de la cuestión, porque cierra el círculo endogámico: cristianismo-clericalismo-celibato.
En la sociedad hay gente que contrae matrimonio y otros que no. Ser como la gente significa vivir estas posibilidades y no “inventar estados de vida” y de “perfección” teóricos basados en el celibato, para crear una élite "superior" y desencarnada.
El ‘clérigo sacralizado por el celibato’, la marioshka mayor, es el problema de la Iglesia. ¿El celibato es para dedicarse completamente a Dios? ¿A qué Dios? ¿A uno que no tiene nada que ver con una experiencia tan transformadora y encarnatoria del amor conyugal? Esa mutilación de algo esencial, ¿es lo que mágicamente lo hace más cercano a Dios? ¿Acaso Jesús no quiere Misericordia en vez de sacrificios?
¿Que admitir a los sacerdotes casados traerá problemas? Obvio. Pero serán los problemas que vive la gente real, como en los orígenes de la experiencia cristiana. Porque “lo que no se asume no se redime” (S. Ireneo). En la arena de la vida real se verá la sustancialidad de lo que se predica ...
Nunca grupos de sacerdotes casados han intentado romper con la Iglesia”. (Rufo González) En cambio sí vemos hacerlo a cardenales y clérigos que se creen dueños de la ortodoxia y las disciplinas eclesiásticas. Ellos sí que amenazan con cismas y conspiran continuamente.