Cardenal Aguiar: "Necesitamos tu intercesión, María de Guadalupe, para lograr, vivir y transmitir que Jesús es el 'Pan de la Vida'"

"Jesús es, pues, la Encarnación del amor"

"Jesús es, pues, la Encarnación del amor. Dios es amor, y la Trinidad Divina vive el

amor"

"El buen discípulo de Cristo se comporta con una conducta afable hacia todos los

demás, en su relación con cualquier prójimo"

Cardenal Aguiar
Cardenal Aguiar

"Elías sintió deseos de morir y dijo: Basta ya, Señor, quítame la vida, pues yo no valgo

más que mis padres. Un ángel del Señor llegó y le dijo: Levántate y come. Elías abrió

los ojos y vio a su cabecera un pan cocido en las brasas y un jarro de agua”.

Al igual que este suceso que nos narra hoy la Palabra de Dios en la persona del

profeta Elías, ante la frustración y la desesperación del sentido de: ya para qué quieres

vivir y no tengo ya nada que hacer aquí en esta vida, o porque algún encuentro o

acontecimiento le hizo mucho mal y se sintió pésimo; ante tales situaciones con

frecuencia perdemos el sentido y el ánimo de llevar a cabo nuestras habituales

actividades.

Estas situaciones, hoy comúnmente se les llama “depresión”. Dios, nuestro Padre

nos ofrece a su hijo Jesús, el pan de la vida. Jesús ha bajado del cielo para

ofrecerse a nosotros como alimento.

El pan de la vida
El pan de la vida

Por ello, Jesús con toda claridad afirma en el pasaje del Evangelio de San Juan: “El

que cree en mí tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida, el pan vivo que ha bajado del

cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre.”

Jesús es, pues, la Encarnación del amor. Dios es amor, y la Trinidad Divina vive el amor. La presencia de Dios Trinidad es lo que Jesús transmitió al encarnarse en el

seno de nuestra Madre María. Jesús también expresó a sus discípulos en la Última

Cena: “Este es el pan vivo; el que coma de este pan vivirá para siempre”, y desde

entonces nace la Eucaristía.

Por esta razón, se les pide a todos los católicos bautizados, hijos de Dios, que

los domingos nos alimentemos de la Eucaristía, escuchando la Palabra de Dios que

orienta e ilumina las situaciones que vivimos durante la semana, y que recibamos al

menos espiritualmente, por su palabra, su Espíritu; y lo mejor aún,

sacramentalmente, comiendo el pan vivo bajado del cielo, que es el pan

eucarístico.

Así, seremos buenos discípulos de Cristo, buenos hijos de Dios, y solamente así

podremos hacer realidad en nuestras vidas lo que el apóstol San Pablo, en la segunda

lectura, les recuerda a la comunidad católica de Éfeso, y actualmente a nosotros: “no

le causen tristeza al Espíritu Santo, destierren de ustedes la pereza, la ira, la

indignación, los insultos, la maledicencia y toda clase de maldad”.

El buen discípulo de Cristo se comporta con una conducta afable hacia todos los

demás, en su relación con cualquier prójimo. Por ello, dice San Pablo: “Sean buenos y comprensivos, perdónense los unos a los otros, como Dios los perdonó por medio de

Jesucristo.”

Jesús en la Eucaristía nos ofrece precisamente el Espíritu Santo y, con su auxilio,

seremos buenos y comprensivos, siempre capaces de perdonar. Esta es la enseñanza

que hoy nos deja la palabra de Dios.

Por ello, lo que cantábamos en el salmo ahora es nuestra conclusión para unos y

otros, para los que estamos aquí presentes y para que animemos a otros a vivir esta

experiencia. Habíamos dicho cantando: “Haz la prueba y verás qué bueno es el

Señor”.

¿Quién ha tenido esta experiencia? ¿Quién está aquí con nosotros que ha tenido

esta experiencia de manera espléndida, completa y cabal? María de Guadalupe,

¿de acuerdo todos los aquí presentes?

Pan de vida
Pan de vida

Pues entonces, a ella, que vino a estas tierras para ayudarnos para que también

nosotros experimentemos, hagamos la prueba y veamos en nuestra propia vida: qué

bueno es el Señor. Los invito a ponerse de pie y, en un breve momento de silencio,

pedirle a ella que hagamos la prueba y experimentemos qué bueno es el Señor.

Madre nuestra, María de Guadalupe, con tu cariño tierno y cercano abre nuestro

corazón para amar la Eucaristía y participar en ella, recordando siempre, que es aquí

donde encontraremos a Jesús, el Pan vivo que ha bajado del cielo.

Necesitamos tu intercesión para lograr, vivir y transmitir que Jesús es el “Pan de la

Vida”, que nos permite superar la frustración, la adversidad, o la desesperación al caer

en experiencias del “sin sentido”, que deprimen el espíritu. Así nutridos y fortalecidos,

sin duda, seremos capaces de auxiliar a nuestros prójimos, cuando se encuentren

sufriendo una depresión.

Tu Madre querida, experimentaste en la obediencia a Dios, y viviste en plenitud, que tu

Hijo Jesús es la Encarnación del amor, camino para descubrir al “verdadero Dios por

quien se vive”.

Intercede por nosotros ante tu Hijo, para que envíe el Espíritu Santo y nos guíe, nos

acompañe, y nos ilumine para que caminemos bajo la luz de la Fe hacia la casa del

Padre, dando testimonio con nuestra conducta.

Todos los fieles aquí presentes nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino

como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen

María de Guadalupe! Amén.

También te puede interesar

Lo último

stats