"Apunta ya, hoy, la PASCUA, tímidamente…"
Pregón de Cuaresma, ¡Cuaresma!
Esta palabra es poco atractiva. También en este tiempo de Cuaresma no resulta atractiva. Hoy hablar de privación en esta sociedad del bienestar –donde el bienestar es de pocos, y que además no conocen la traducción de esta palabra a la vida- vende poco. O no sirve para un titular interesante. Pero me arriesgo…
Y no digamos si hago referencia a las palabras de san Bernardo:
“Ayunemos piadosamente en este santo tiempo de Cuaresma y no olvidemos que nuestra Cuaresma no se reduce a 40 días. La debemos continuar todos los días de esta miserable vida”.
Sucede que contemplamos el ayuno a un nivel de privación material. Incluso otra palabra interesante, que viene a ser como el agua preciosa que fecunda la tierra del ayuno no la tenemos muy en cuenta: la limosna. Los Padres de la Iglesia siempre hablaron de la conexión íntima de estas dos palabras, exhortando a ponerlas en práctica.
San Bernardo apunta a una dimensión más profunda del ayuno:
“Buscad al Señor, no solo cuarenta días, sino mientras se le encuentra; invocadlo mientras está cerca. Debemos buscarlo con mayor fervor en esta Cuaresma que no es una parte sino el sacramento de nuestra vida”.
Lo cual nos viene a sugerir que podemos hacer varias lecturas de la Cuaresma…
San Bernardo apunta a un ayuno más vivo y diferente de las tradicionales “carnes y pescados”:
“Ayunen los ojos de miradas curiosas y de toda altanería.
Ayunen los oídos, maliciosamente deseosos de cuentos, chismes y futilidades.
Ayune la lengua de la detracción y la crítica, de las conversaciones inútiles, vanas y ridículas.
Ayunen las manos de señas inútiles, y de trabajos que no vengan de la obediencia.
Sin este ayuno, el Señor reprueba todo lo demás, pues entonces buscáis vuestro propio interés”.
Verdaderamente nos llama a un ayuno más profundo, más espiritual, de mayor calado en la vida de la persona. Es una llamada importante para no quedarnos en la “superficie” de unos actos religiosos que no nos cambian en absoluto, y estar abiertos a la exigencia de un Evangelio que quiere llegar hasta lo profundo de nuestra persona y de nuestra vida. En el fondo sería dejarnos evangelizar tanto en nuestros sentidos externos, como en los sentidos interiores. Buscar la unidad de vida de cara a Dios con una verdadera reconciliación, y una unidad en el servicio a nuestros hermanos.
El Señor, Dios nuestro, está interesado en un ejercicio cuaresmal auténtico. Por eso él se hizo presente entre nosotros y a partir de sus tentaciones en el desierto, pasó haciendo el bien, y ejercitándose en el amor hasta llegar al extremo de dar la vida. Y acabó donde tenía que acabar: en la PASCUA de la vida nueva.
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