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Comunicado Final del Encuentro Interdiocesano de Migrantes
Don Benito, 18 de octubre de 2025
Reunidos hoy en Don Benito (Badajoz), diócesis de Plasencia, en el marco de nuestro Encuentro Interdiocesano de Migraciones de la provincia eclesiástica de Mérida-Badajoz, más de 350 migrantes provenientes de América, África, Asia, Oceanía y Europa del Este hemos vivido una jornada de comunión, reflexión y esperanza bajo el lema «Migrantes, misioneros de esperanza», en sintonía con la 111.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado.
Ha sido un día de testimonios y fraternidad, donde hombres y mujeres procedentes de distintos países y regiones hemos puesto rostro, voz y vida a una realidad que nos interpela profundamente. En nosotros reconocemos no solo a quienes buscamos un futuro mejor, sino también a portadores de esperanza, testigos vivos de fe y resiliencia, capaces de iluminar con nuestro ejemplo las sombras del presente.
Todos, en el fondo, somos migrantes. Migramos cuando dejamos atrás lo conocido para abrirnos a nuevos caminos; cuando salimos de casa para estudiar, trabajar o servir; cuando buscamos un lugar donde florecer con dignidad. Migrar forma parte de nuestra condición humana: es caminar con la mirada puesta en el horizonte y el corazón sostenido por la confianza.
Con Abrahám, María, José
En cada uno de nosotros resuena el eco del pueblo de Dios en camino, de Abraham que dejó su tierra, movido por la promesa, de María y José que partieron hacia Egipto por la vida de su Hijo. Por eso, como Iglesia peregrina, encontramos en los migrantes un espejo de nuestra propia vocación. Nos recordamos que no tenemos aquí morada permanente, que todos estamos en tránsito hacia la patria definitiva donde Dios será todo en todos.
Las palabras del Papa León XIV nos invitan a redescubrir en la movilidad humana una llamada a la esperanza activa: en un mundo marcado por guerras, desigualdades y miedo, nosotros, los migrantes, somos semilla de un futuro nuevo. Nuestra presencia transforma, renueva, dinamiza y fortalece nuestras comunidades. En nosotros se encarna el Evangelio de la confianza y del encuentro.
Por ello, hoy reafirmamos nuestra convicción de que los migrantes no venimos solo a recibir, sino también a ofrecer. Traemos con nosotros nuestra juventud, nuestra fe, nuestros valores, nuestras culturas - Folklore peruano - y nuestro trabajo; enriquecemos con nuestra diversidad y recordamos que la verdadera unidad no es uniformidad, sino comunión. Somos, en palabras de los obispos de la Subcomisión Episcopal para las Migraciones, “instrumentos de gracia y crecimiento personal y comunitario”, misioneros que evangelizamos con nuestra propia vida.
Desde Don Benito expresamos nuestra gratitud a todas las comunidades cristianas que, con sencillez y generosidad, viven el espíritu de acogida evangélica. A quienes tienden la mano, ofrecen un oído atento o una oportunidad. A los agentes de pastoral, parroquias, asociaciones y voluntarios que encarnan el mandamiento del amor en gestos cotidianos. En ellos vemos reflejado el rostro misericordioso de Cristo, que sigue diciéndonos: “Era forastero, y me acogisteis” (Mt 25,35).
Por el compromiso sostenido
Pero este encuentro no puede quedarse solo en la emoción o en la gratitud. Debemos convertirlo en un compromiso sostenido, en una acción concreta que transforme nuestras comunidades en auténticos espacios de encuentro y misión. Estamos llamados a seguir construyendo comunidades acogedoras y misioneras, donde cada persona sea reconocida como hermano o hermana, donde nadie se sienta extranjero y todos encontremos un hogar espiritual y humano.
Por eso, al concluir este encuentro, hacemos un llamado a la acción:
A nosotros, los fieles, para que mantengamos viva la esperanza y nos convirtamos en constructores de fraternidad.
A nuestras comunidades parroquiales, para que abramos nuestras puertas y nuestros corazones a quienes llegan.
A nuestras instituciones, para que promovamos una cultura del encuentro y de la justicia.
Y a nosotros mismos, los migrantes, para que sigamos siendo testimonio luminoso de fe, de perseverancia y de amor a la vida.
Que la Virgen María, consuelo de los migrantes y estrella de la esperanza, nos acompañe en este camino y mantenga encendida la llama que hoy hemos compartido. Porque todos somos peregrinos en busca de una patria común, y solo caminando juntos, con fe, con esperanza y con amor, podremos construir un mundo donde nadie quede al margen y donde la esperanza tenga rostro humano.
Delegaciones diocesanas para los migrantes y los refugiados de la Provincia Eclesiástica de Mérida-Badajoz
Uno de los testimonio para reflexionar y orar desde nuestra fe y humanismo:
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