EXtraido de "Sinfonía divina, acordes encarnados" PPC
Rafaela y la Inmaculada acordes humanos de lo divino. Dios Padre con corazón de Madre
EXtraido de "Sinfonía divina, acordes encarnados" PPC
DOMINGO II DE ADVIENTO
Mateo 3,1-12
Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando:
–Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos. Este es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”».
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:
–¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: «Abrahán es nuestro padre», pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.
Marisa, voz en el desierto: novecientas bicis para novecientos emigrantes
Ayer vino a la parroquia de Guadajira Marisa Prudencio, acompañaba a Carolina; ella es de Mérida y allí se mueve en la lógica de la justicia y de la fraternidad en medio de todas las causas en las que hay que ponerse de parte de los pobres y los débiles donde sufren los más inocentes. Algo que ahora le preocupa es que, desde hace años, el ayuntamiento de Mérida vendió al ministerio un lugar habilitado como albergue que se utiliza para enviar a emigrantes que llegan en cayucos a las costas españolas. Ahora mismo hay casi mil de ellos, la mayoría jóvenes y también adolescentes. Tras la eucaristía celebrada en la pequeña comunidad rural compartimos mesa sencilla en la estación de servicio cercana y allí hablamos de lo humano, que es lo divino. Luces largas para trabajo de acompañamiento con emigrantes y luces cortas, de lo inmediato que tenemos que hacer y que es posible desde la red de lo fraterno, en lo que debemos ser expertos los cristianos por aquello de la proximidad y la misericordia.
Me encantó la conversación profunda y sencilla de estas dos mujeres y en la que pude participar. Fue un descubrimiento de Marisa, a quien
conocía solo de vista y de escucharla chillar con fuerza en los encuentros de queja y reivindicación, «sintechos», desahucios, emigrantes… me gusta como la define su amiga Carolina: mujer luchadora y sincera, de denuncia y compromiso.
Viendo este evangelio y al profeta Juan como voz en el desierto me ha venido al corazón su imagen, sabiendo que ella ya se ha encontrado con Cristo y no habla de hogueras de dolor y muerte como castigo, sino del fuego que arde en el amor de la mística. Ayer me contaba cómo semanalmente se retira a un lugar solitario, donde habita un ermitaño, para entrar en el silencio y no perder el sentido en la lucha, su amor por Jesucristo.
Ahora participa en una campaña de lo concreto, buscando novecientas bicicletas para novecientos emigrantes. Nosotros nos sumamos y damos voz de alarma a las parroquias de Mérida para que se involucren en el gesto tan simbólico de comunión y tan concreto.
Profecía y tensión
Nuestro mundo es contradictorio, en él conviven realidades distintas, diversas y, por ello también, conflictivas. Pero hay una capa de población a la que pertenece nuestra sociedad que estamos en la capa del bienestar. Lo propio de esa situación es impedir la tensión y vivir calmados en una satisfacción propia, en la que se está bien. Nos preocupamos cuando algo de ese bienestar puede flaquear. Pero, si estamos satisfechos, no nos preocupamos mucho.
A esta cultura de la satisfacción le suele acompañar una religiosidad amoldada a ella y se vive una fe, un culto, unas costumbres, que casan con facilidad con el bienestar propio. Si contemplamos cómo son nuestras celebraciones sacramentales, nos daremos cuenta de lo que estamos indicando en estas líneas, la confusión entre lo religioso y el consumo, lo social, se lleva a niveles exagerados, fuera de toda lógica ética y evangélica. Se trata de una religión cómoda y en cierta medida burguesa. Últimamente estamos preocupados porque se nos puede venir abajo el bienestar y la religiosidad que le acompaña. Nos recuerda nuestro ambiente a la llamada a la conversión que con fuerza hacía Juan Bautista en su momento ante el pueblo y la realidad de vida tan lejos del propio Dios. Él lo hacía desde una profecía del juicio y la condena.
En este momento no será desde el juicio como la Iglesia llama a la conversión y a la verdad de la religión, pero, ciertamente, los caminos no pueden ser los mismos que llevamos y habrá que abandonarlos para poder encontrar en este desierto de humanidad la verdad, la libertad y la bondad. Se necesita romper con modos de vida que no son compatibles con lo humano, con lo justo, con lo fraterno. En este sentido, estamos llamados a la tensión de vivir de otra manera y a luchar por otro orden de sociedad y relaciones entre nosotros.
No hay duda de que, si abrimos los ojos y los oídos en nuestras propias comunidades eclesiales y sociales, oiremos los gritos y los signos de profetas que no se dejan engañar y que llaman a una vida verdadera no desde el miedo, sino desde la verdad que marca el camino que lleva a la vida.
Hoy es un día, en este Adviento, para poner nombre a los profetas que están cerca de nosotros y que nos están llamando a sumarnos a la tensión que genera vida, a la de la verdadera profecía. Salir de la comodidad será el primer signo de que estamos en el camino de la conversión verdadera.
Acordes encarnados:
Donde sufren los inocentes
Va buscando entre las sombras
a los pobres, a los tristes,
a los niños que en cayucos
navegaron días grises
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