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Este crecimiento no consiste en “mejorarnos”, sino en volver a nosotros mismos, recuperar lo esencial y reconectar con el manantial interior donde habita la verdad, la coherencia… y el Misterio.
En un mundo marcado por la velocidad, la saturación de estímulos y la desconexión interior, el crecimiento personal se ha convertido en una necesidad humana urgente y universal. Pero en su dimensión más honda —la que proponen la psicología humanista existencial y la tradición espiritual— este crecimiento no consiste en “mejorarnos”, sino en volver a nosotros mismos, recuperar lo esencial y reconectar con el manantial interior donde habita la verdad, la coherencia… y el Misterio.
¿Qué es realmente el crecimiento personal?
Desde la perspectiva de la psicología humanista existencial, el crecimiento personal es el proceso mediante el cual una persona desarrolla sus capacidades, profundiza en el conocimiento de sí misma y avanza hacia una vida más auténtica, plena y congruente.No se trata de alcanzar un ideal externo, sino de desplegar potencialidades ya presentes que a menudo quedan bloqueadas por miedos, heridas o falta de consciencia.
El crecimiento personal es, por tanto, un camino de retorno: volver a la propia fuente interior de sabiduría, aquella que la vida, las experiencias dolorosas o la falta de amor incondicional han ido oscureciendo.
El proceso vulnerado: cuando nos desconectamos de nosotros mismos
El terapeuta humanista existencial Carlos Rafael Cabarrús describe que cada persona posee un proceso vital interno —sabio, espontáneo y dinámico— que le permite sentir necesidades, responder a ellas y construir sentido. Cuando este proceso es herido o bloqueado, nace lo que él llama proceso vulnerado: una desconexión profunda entre lo que somos y lo que vivimos.
La vulneración suele tener su origen en las heridas tempranas causadas por falta de reconocimiento, ausencia de amor incondicional, traumas, excesos de protección o patrones repetitivos de dolor. De estas heridas nacen miedos básicos (al fracaso, al rechazo, al abandono, al conflicto…) y mecanismos de defensa inconscientes que crean compulsiones, reacciones desproporcionadas, culpa malsana o rigideces corporales y emocionales.
El resultado es una autoestima fragmentada y un modo de estar en el mundo que se sostiene en falsas ganancias: aparentar fortaleza, huir del dolor, repetir patrones que limitan la libertad.
Beber del propio pozo: volver a la fuente interior
Cabarrús ofrece una metáfora luminosa: “Beber del propio pozo”, es decir, retornar al manantial interior donde reside la autenticidad, la coherencia, la creatividad y la fuerza vital.Este retorno exige reconocer la herida, desactivar los mecanismos de defensa, escuchar la verdad del cuerpo y dejar que la positividad profunda —las voces internas y externas que nos sostienen— vaya sustituyendo a las voces heridas del pasado.
Cuando este proceso ocurre, la persona:
Recupera la capacidad de tomar decisiones desde la libertad.Disminuye sus miedos psicológicos.Aprende a gestionar la culpa de manera fecunda, como responsabilidad sanadora.Actúa de forma más proporcional y consciente.Integra sus sombras personales, espirituales y sociales.Desarrolla una autoestima realista, positiva y compasiva.
Y en el centro de ese pozo aparece algo decisivo para la vida espiritual: el encuentro con el Agua Viva, el Misterio que habita en el ser humano y que orienta hacia el bien, la justicia y el amor universal.
El crecimiento personal y el camino espiritual
En el ámbito espiritual, este proceso no solo tiene un valor psicológico: tiene un valor teologal.La tradición espiritual enseña que Dios se manifiesta en la hondura del ser, en la voz de la conciencia, en el deseo profundo de plenitud y de justicia.Así, el crecimiento personal bien orientado se convierte en una verdadera vía de:
Discernimiento, porque ayuda a distinguir las motivaciones auténticas de las heridas no sanadas.
Conversión interior, porque integra la sombra sin negarla y transforma la culpa en responsabilidad.
Encuentro con Dios, porque abre el manantial donde brota la vida espiritual más verdadera.
Compromiso, porque quien se encuentra consigo mismo descubre más claramente su misión y el bien hacia los demás.
El desarrollo personal se vuelve entonces un acto de fidelidad a la propia verdad y, al mismo tiempo, un camino hacia una espiritualidad más encarnada, consciente y libre.
El instrumento fundamental: el darse cuenta
Uno de los pilares del crecimiento personal es el darse cuenta (awareness).No se trata de juzgar ni condenar, sino de observar, sentir, reconocer.La consciencia plena permite escuchar las señales internas, comprender lo que pasa en nosotros y en nuestras relaciones, y nos abre a recibir el feedback de los demás como una oportunidad de crecimiento.
El darse cuenta es un gesto profundamente espiritual: es la puerta a la verdad que nos hace libres.
La Escuela de Monacato Laico- Formación ha comenzado un curso de Crecimiento Personal al que puede apuntarse quien desee profundizar en esta experiencia humana y espiritual.
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