El necropoder en el último paro del Ecuador
La muerte como ejercicio del poder
Solo pueden cantar gloria y aleluya los que se han acercado al crucificado
Cuenta Adriana María, que su mamá, doña Fabiola Lalinde, inspiradora de las mujeres buscadoras en Colombia, que siempre andaba como un cirirí, insistiendo, persistiendo y nunca desistiendo, alzando siempre la voz en los plantones y reclamando a su hijo y todos los otros desaparecidos de Colombia, fue una vez a un monasterio benedictino para encontrar fuerza y paz; allí uno de los monjes, quizás con buena intención y pensando que le haría bien dejar todo ese cuento de su hijo y ocuparse de “otras cosas también importantes”, le dijo, palabras más palabras menos: “Fabiola, ¿por qué no descansa? ya es hora de pasar a otra cosa”, y ella, siempre contundente, le respondió: “Padre, si los católicos hubieran olvidado la pasión y muerte de Jesucristo, hace casi dos mil años, no estuviéramos celebrando hoy en día la pascua”.
No hay domingo de gloria sin viernes santo; pascua sin pasión es pura ilusión. Solo pueden cantar gloria y aleluya los que se han acercado al crucificado, los que lo han bajado de la cruz, los que han tocado su carne llagada y han abrazado su cuerpo muerto; y el crucificado está presente en todos los hermanos y hermanas que sufren y mueren, en todas las víctimas. Si nuestra fe se desentiende del sufrimiento ya no es la del evangelio, ya será idolatría disfrazada de devoción. Los inciensos y aromas, las flores y los arreglos, los sermones grandilocuentes y políticamente correctos, los ornamentos ampulosos y el fasto en los altares, todo ello nos puede hacer perder la memoria y sin la memoria, sin los trabajos por la verdad y para vencer el negacionismo, no hay pascua.
Sí, tiene razón Fabiola, “las cuchas tienen razón”, no podemos dejar el anuncio de la pasión y muerte de Jesús, porque sin ese relato no habría pascua y no habría cristianismo; Y esa pasión, que se lee en los evangelios es una sola con la de tantos hombres y mujeres de hoy: sin ella no podríamos celebrar hoy la resurrección. La gran tragedia de muchas de nuestras parroquias e iglesias es que la pascua se haya olvidado de la pasión de las víctimas, que la fe se haya desentendido de los sufrimientos y de la muerte, que el domingo sea sin viernes. No podemos descansar, no podemos olvidar. No es partidismo político, es cuestión de fe.
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