Reflexión sobre el Evangelio de San Juan 14, 23-29
"El que me ama guardará mi palabra"
Lucas 3, 15-16. 21-22 : el Evangelio del domingo según la IA
El pasaje de Lucas 3, 15-16. 21-22 nos sitúa en un momento clave en la misión de Jesús: su bautismo en el Jordán. Este episodio revela la identidad de Cristo y el inicio de su ministerio público. En el contexto actual, podemos reflexionar sobre tres aspectos esenciales: la expectativa, la humildad y la manifestación de Dios.
En el tiempo de Juan el Bautista, el pueblo esperaba ansiosamente la llegada del Mesías, alguien que les traería salvación y esperanza. En nuestro contexto actual, también vivimos en un tiempo de expectativas: la búsqueda de justicia, paz y sentido en un mundo lleno de incertidumbre. Este pasaje nos invita a reconocer que nuestras expectativas más profundas solo se cumplen en Cristo. La esperanza cristiana no es vaga, sino una certeza arraigada en la promesa de Dios. ¿Dónde buscamos respuestas? ¿Es Jesús el centro de nuestras expectativas?
Juan el Bautista, a pesar de ser un profeta admirado, muestra una profunda humildad al señalar a Jesús como el Mesías. En una sociedad marcada por el individualismo y el protagonismo, la actitud de Juan nos recuerda que nuestra misión es, como él, ser testigos que apuntan hacia Cristo. ¿Cómo podemos vivir esta humildad en nuestra vida diaria? Quizás implique reconocer nuestras limitaciones, dar espacio para que otros brillen o servir con desinterés, sabiendo que todo lo bueno procede de Dios.
En el bautismo de Jesús, vemos la manifestación de la Trinidad: el Hijo recibe el bautismo, el Espíritu Santo desciende en forma de paloma, y el Padre declara su amor. Este momento nos recuerda que nuestro propio bautismo también nos incorpora a la familia de Dios. En un mundo donde tantas personas luchan con el sentido de pertenencia y el rechazo, este pasaje es una proclamación de que somos hijos amados de Dios. ¿Vivimos con esta certeza? ¿Somos testigos del amor de Dios hacia los demás?
En España y en el mundo, la Iglesia enfrenta el desafío de renovar su misión evangelizadora en una sociedad secularizada. Este evangelio nos impulsa a ser signos de esperanza, humildad y amor, recordando que nuestra identidad como cristianos comienza con nuestro bautismo. En este tiempo, se nos invita a dejar que el Espíritu Santo nos renueve y nos guíe para proclamar el Evangelio con alegría.
Al igual que Jesús, estamos llamados a vivir nuestra misión con la certeza de que somos hijos amados, fortalecidos por el Espíritu, y enviados a transformar el mundo con el poder del amor.
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