Extraído de "Sinfonía divina, acordes encarnados" Edit. PPC
" Y más que profeta, Franciscus" (III Domingo de Adviento)
Reflexión moderna sobre Lucas 13, 1-9
En este pasaje del Evangelio de San Lucas, Jesús responde a la inquietud de algunos sobre la tragedia de los galileos asesinados por Pilato y sobre el derrumbe de la torre de Siloé, que mató a dieciocho personas. Jesús deja claro que estas desgracias no son castigos divinos por pecados individuales, sino una llamada a la conversión. Luego, cuenta la parábola de la higuera estéril: un árbol que no da fruto durante tres años, pero al que el viñador le pide al dueño que le dé una oportunidad más, con cuidado y paciencia, antes de cortarlo.
En nuestra sociedad, solemos buscar respuestas rápidas ante el sufrimiento: queremos encontrar una razón para el mal y, a veces, culpamos a las víctimas o creemos que todo es fruto del destino. Jesús rompe con esta lógica simplista y nos invita a mirar nuestra propia vida en lugar de juzgar a los demás. Nos recuerda que lo importante no es buscar culpables, sino hacer un examen personal y cambiar lo que nos aleja de Dios y del amor al prójimo.
La parábola de la higuera estéril es una imagen poderosa de la paciencia divina. Vivimos en una cultura de lo inmediato, donde lo que no da resultados se descarta rápidamente: relaciones, proyectos, incluso personas.
Sin embargo, Dios no actúa así con nosotros. Nos da oportunidades, nos cuida, nos fertiliza con su gracia y espera pacientemente que demos fruto. Pero esa paciencia no es infinita: es una invitación urgente a cambiar ahora, a vivir con sentido, a no postergar la conversión.
Hoy podríamos preguntarnos:
• ¿Estoy viviendo de manera estéril, sin dar frutos de amor, justicia y compasión?
• ¿Estoy dejando pasar el tiempo sin responder al llamado de Dios?
• ¿Tengo paciencia con los demás, como Dios la tiene conmigo, o exijo resultados inmediatos?
Jesús nos muestra que Dios no nos condena por nuestros errores, pero sí nos llama a cambiar. La misericordia no es una excusa para la pasividad, sino un impulso para la transformación. No esperemos a que sea demasiado tarde para empezar a dar frutos.
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