En el Vicariato San José del Amazonas somos en total 13 presbíteros para 16 puestos de misión (hay 6 puestos que no tienen) en un territorio inmenso, mayor que países como Guatemala, Grecia, El Salvador o Bélgica, y habitado por más de 650 comunidades a lo largo de ríos y quebradas en plena selva amazónica.
Si algún sacerdote con inquietud misionera lee esto, por favor, ¿podrías plantearte venir a trabajar con nosotros? Aunque sea un tiempito. Te aseguro que serás feliz, nos ayudarás enormemente y encontrarás buenos compañeros.
Un pueblo originario que indaga sus raíces, que busca reconstruir sus señas de identidad, que trabaja para conocer quiénes son y sueña con serlo de verdad. “La desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal” (Laudato Si 145), y por tanto ayudar a que una cultura reviva y perviva es un servicio que “enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo”, dijo el Papa Francisco en Puerto Maldonado.
¡Qué envidian me dan mis compañeros misioneros acá en Soplín! Porque solo precisan escuchar, mirar, estar con ellos. No les den muchos discursos ni les hagan muchas propuestas de hacer cosas. Solo respaldar, preguntar, aprender, dialogar, contemplar.
En cada imposición de manos y en cada crismación, hay una mirada y un intercambio de sonrisas silenciosas. Me siento muy satisfecho por ser instrumento humilde del Espíritu, repartidor ocasional y gratuito de los dones de Dios y facilitador de la llegada de la gracia divina a estos jóvenes plenos de futuro. Orgulloso de poder prestar este servicio tan genuinamente misionero. Privilegiado de entregarles lo mejor el día que nos conocemos, acaso no volvamos a vernos… ¿Pero no es siempre así?
Estos días he aprendido esta frase coloquial: “queriendo Dios”. Es una versión colombiana del español “si Dios quiere” o del “primero Dios”, que dicen en México. Pero me gusta más, porque expresa con más precisión que Diosito se esfuerza por ayudarnos, está presente y activo, trabaja, posibilita, abre puertas, sincroniza, facilita, hace que suceda… como con sus propias manos.
Vivimos haciéndonos programaciones, en la ilusión de que lo controlamos todo. Pero la realidad es que nuestra vida está siempre pendiente de un hilo, es frágil y quebradiza, como juguete con el que el azar pasa el rato; y a la vez estamos en los ojos de Dios, en todo momento bajo las leyes misteriosas de la providencia, jamás perdidos o en un limbo.
Crónica de "piñas" (o sea, infortunios, gafes, desventuras en "peruano") en mi último viaje a soplín Vargas: retrasos, contratiempos, errores, anulaciones, averías y demás adversidades. Todo puede ocurrir en nuestra selva y hay que estar preparados.
A pesar de todas las tribulaciones, no podemos quejarnos: los misioneros de La Consolata nos han acogido y alimentado magníficamente, contamos con múltiples ayudas a distancia, nos cuidan... No estamos tan mal.
El objetivo: “Animar el quehacer teológico liberador en América Latina y el Caribe y en este tiempo, de modo que se torne en un dinamizador que ayude a organizar la esperanza”, claramente en línea con el jubileo que se está desarrollando en la Iglesia universal.
Con más de 150 participantes, llegados de todos los países de América del sur y central, y un ambiente de gran cordialidad, acogida mutua, humor y motivación de cara al futuro, el Congreso ha supuesto una experiencia de pensar, a la luz del Jesús histórico y de la tradición teológica latinoamericana, caminos para tejer juntos la esperanza. Con palabras, experiencias, terquedad, memoria, originalidad y desde abajo. Mirando lejos para crear una realidad mejor en este hoy de Dios.
¿Qué hacen en medio de esta selva estos cuatro locos que vengo a visitar? Se trata de estar, contemplar, escuchar, aprender, permanecer, compartir. Solo hay que estar, dejarse llevar, no empujar, saludar, reír, mirar a los ojos, hacer bromas, bailar, tomar aswa... Todo fluye con naturalidad y facilidad con esta gente desprovista de solemnidad y abundante en humor y sencillez.
Necesito sentirme lo que soy: una persona como otra cualquiera, sin nada especial, uno más en la cola de los pecadores, con un número de la seguridad social, como todo el mundo. En mis pueblos disfrutaba siendo vecino, que va a comprar el pan, participa en los carnavales, llora las muertes, cocina, va al bar con sus amigos, pasea y saluda a todos, porque es uno más, sin nada que lo distinga o lo segregue.
Acá en la Amazonía se me nota mucho más singular, soy un gringo, o sea blanco. Contemplo sereno a mis compañeros de travesía, y me imagino los problemas de cada cual. Voy con mi carga de preocupaciones, trabajo amontonado, enredos y sinsabores propios del día a día; pero cada cual tiene los suyos, nadie está libre, en eso sí que somos igualitos, y me conforta sentirme parte del conjunto, sin desentonar, también uno más.
A todos nos abrazaba la sensación, como una amable nube de niebla, de que estábamos viviendo algo histórico. La energía que ha circulado se recargaba con las intervenciones, los gestos, las imágenes, los personajes, hasta desembocar en una rotunda expresión de vida compartida.
Remar a favor del agua y los derechos humanos nos ayuda a forjar la sinodalidad y a caminar en la ruta de los sueños de Francisco. “Somos Iglesia, somos agua, somos vida, somos esperanza en acción”.
Sinodalidad es caminar juntos, uno al costado del otro, mirar en la misma dirección, como estos dos amigos; pero también los codos se rozan, y, por el sendero, nos hacemos daño…
Es la sinodalidad una bella palabra, pero duele; no le sale de fondo una música de violines, sino que exige integrar diferencias, activar la acogida, alzar la comprensión mutua.
Y eso es difícil y trabajoso, cuesta, pasa obligadamente por el perdón.
El objetivo de la misión fue compartir la vida y la fe. No se había previsto la celebración de sacramentos, sino más bien espacios de intercambio fraterno y evangelizador. Desde el comienzo se generó un hermoso espacio compartido con la comunidad. Ellos mismos solicitaron la preparación al Bautismo de varios niños. Fue una misión hecha en su misma lengua, con sus cantos, sus símbolos y experiencias, lo cual se vivió como una auténtica experiencia del Espíritu que traspasa fronteras.
La presencia de mercurio en el cabello humano multiplica por 7 el límite de referencia de la OMS. El 83 % de personas evaluadas presenta niveles de riesgo alto para la salud. La exposición prolongada a metales pesados provoca daños en órganos, problemas neurológicos, cardíacos y gastrointestinales, y aumenta el riesgo de cáncer.
Los habitantes de la ribera dependen absolutamente del agua, pero la proliferación abusiva e incontrolada de la minería ilegal, la ambición y la estupidez del ser humano están convirtiendo el elemento esencial para la vida en un tóxico letal. Como Iglesia debemos decididamente poner manos a la obra en la defensa de la vida de nuestros pueblos.
Carlos Castillo, Pedro Barreto, Rosa María Palacios, Jorge Izaguirre… compusieron el cartel de rostros y nombres prestigiosos, junto con Yolanda Flores y José Manuyama. Ellos prendieron los lemas, las consignas, las palabras potentes heredadas del ingenio de Francisco: caminar juntos, cultura del cuidado, todo está conectado, el bien común, la escucha, la fuerza de la ternura… La circulación de estos valores, motivos y propósitos, que pasan de mano en mano y de corazón a corazón, nos otorga identidad, aúna voluntades, enfoca aspiraciones y crea sinergias. Lo hemos sentido de modo muy estimulante.
Esta ley concede amnistía a miembros de las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y a miembros de los Comités de Autodefensa que participaron en la lucha contra el terrorismo y fueron denunciados, investigados o procesados por diversos delitos considerados de lesa humanidad. Su aplicación anula 156 sentencias y 600 procesos en curso, beneficiando entre 300 a 900 policías, militares y miembros de los comités (se han dado ambas cifras), envueltos en 756 casos de graves violaciones a los derechos humanos durante la época de la violencia política que azotó al país.
Atreverse a soñar grande; crecer como personas, y para ello sanar lo que duele, identificar y emprender tareas de maduración; creer escuchando el Evangelio, tras los pasos de Jesús; servir, descubriendo el sueño de Dios y respondiendo a su llamado. Más o menos así fue el esquema de “vocación” que se fue desplegando en actividades de silencio e interiorización, diálogo en los grupos de vida, expresión corporal y artística, cantos, dramatizaciones…
Elías López y Javier Bernabéu, del equipo de sinodalidad-reconciliadora de la secretaría general del Sínodo de los Obispos, nos sorprendieron a todos los misioneros con algo muy diferente a lo que veníamos haciendo los años anteriores. Siempre con el telón de fondo de los Ejercicios ignacianos, y la inspiración de las Escuelas de perdón y reconciliación (ESPERE), nos han hecho vivir una experiencia inolvidable a través de la comunicación sincera y profunda mediante las herramientas que nos han enseñado. El título de las jornadas era “Liderazgo de discernimiento para la sinodalidad-reconciliadora”.
Más que estar pendiente de las palabras, me impregné del significado y la mística de ese instante: un pueblo indígena que se despide de una misionera a la que han aceptado, querido y considerado una vecina más entre ellos. Ella explicó que se va por propia voluntad, que siente que ha cumplido un ciclo en su vida y necesita, por bien de todos, cambiar. Y creo que la gente linda, con su sabiduría sencilla y profunda, lo comprendió. Ahora le toca remar al nuevo equipo.
“La actitud dictadora y mandona viene de personas sin vocación entrañable. Quizá por eso, el sujeto dirigencial se forjó sin vocación democrática, primando más los intereses particulares que el amor entrañable en favor de todos”.
“Nuestro pueblo percibe que son pocos los que actúan por vocación de servicio, como María, y que un espíritu mafioso se ha apoderado de nuestros corazones, dejándose llevar por la malsana tendencia mundial de la indiferencia egoísta y tiránica”.
Los dineros para los premios y todo lo necesario para las actividades salían de las colaboraciones de la gente. Porque acá es asombroso cómo todo el mundo echa un cable para que el festejo se pueda armar, es una verdadera minga, una especie de crowdfunding amazónico.
En Yanashi, río Amazonas, la crecida plantea muchos problemas al devenir cotidiano, dificultando, interrumpiendo y hasta impidiendo. Los alumnos deben llegar en canoa al colegio. Muchas actividades de las tardes, como la catequesis, no han podido comenzar. Trasladar a un enfermo o a un adulto mayor es como un sudoku.
Las viviendas anegan, los enseres se empapan y algunos quedan inservibles, la humedad se cuela hasta los huesos, los artefactos se malogran, el cieno se acumula, la ropa huele, los papayos se pudren desde la raíz, los cortocircuitos proliferan y los reumatismos arrecian. Es otra modalidad de aislamiento tal vez menos cruel que la sequía implacable, porque la movilidad y el abastecimiento siguen fluyendo -nunca mejor dicho-, pero bien fregada e incómoda.