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De pronto, un mensaje

Las Carmelitas Descalzas de Fuente de Cantos (Badajoz), son contemplativas misioneras

¿Se puede ser misionero-a sin salir de un convento en un pequeño pueblo de Extremadura? Se puede. ¿Se puede contemplar el mundo entero y abarcarlo con el corazón de Dios uniéndose a las luchas, sufrimientos y esperanzas de todos? Se puede.

Sé bien que detrás de los misioneros hay mucha gente, muchas oraciones, mucho apoyo, mucha solidaridad, mucho cariño. Estoy seguro de que, sin eso, no podríamos, yo al menos.

Carmelitas Descalzas de Fuente de Cantos (Badajoz) | Comunidad Carmelita

El miércoles santo en la tarde me entra un whatsapp de un número desconocido:

Buenas noches Padre César.

Se extrañará de recibir este mensaje.

Somos las Carmelitas Descalzas de Fuente de Cantos (Badajoz), sus paisanas.

Desde que usted se fue a Perú le seguimos en la revista Iglesia en Camino, como en esta comunidad somos cinco peruanas, todo su trabajo ponemos en nuestras oraciones.

Cuando venga por España no se olvide de pasarse por aquí.

Y cuente con nuestra oraciones y sacrificios, sabemos lo mucho que trabaja en esa tierra.

😲. Así me quedé: a cuadros.

Les contesté rápidamente, ellas estaban en su recreo, que comienza a las 10 de la noche. La comunidad está formada por ocho religiosas, tres españolas y el resto peruanas, que son las más jóvenes y las que manejan la magia de internet:

Nosotras somos de Apurímac al sur del Perú.

Me dicen que han conseguido mi número a través de su párroco Apolo (¡gracias, Juan!), y que siguen mi blog. Proponen llamarnos por teléfono el día de Pascua, y así quedamos. Ya me ha ocurrido otras veces el descubrir que alguien lee lo que publico, y siempre me sorprende y me produce rubor.

Hoy es domingo de Resurrección y hace un rato que nos hemos visto por primera vez. El tono y el ambiente me recordaron a las clarisas de Zafra y otras monjas de clausura que conozco: esa simpatía, las risas, las miradas diáfanas, la felicidad evidente… Estar con ellas, aunque sea a través de la pantalla, es algo que te renueva, como una bocanada de frescura evangélica o una ración bien despachada de buen humor.

Me relatan que han llegado a la vida contemplativa y a mi país a través del trabajo de sacerdotes españoles que trabajan en su tierra natal, Abancay. Preguntan si conozco a tal o a cual, buscan establecer nexos, siempre con las sonrisas en todo lo alto. Quieren saber cómo fue mi venida al Perú, y a la selva, y les cuento la historia, con naturalidad, como si lleváramos años tratándonos.

¿Necesitan allí tal vez manteles para la iglesia? Claro que sí, contesto. Y por supuesto que corporales y purificadores también, acá está la catedral. La cosa se embala:

- ¿Qué talla tiene usted? Para hacerle un alba.

- ¿O camisas de clergyman?

- Allí no usan, ¿no ves el calor que hace?

- …

Jeje. ¡Qué buen ratito! ¿Se puede ser misionero-a sin salir de un convento en un pequeño pueblo de Extremadura? Se puede. ¿Se puede contemplar el mundo entero y abarcarlo con el corazón de Dios uniéndose a las luchas, sufrimientos y esperanzas de todos? Se puede. ¿Se puede querer algo o a alguien antes de conocerlo? También se puede.

Gracias hermanas Carmelitas por este detalle. Cuando pueda viajar por vacaciones, iré a visitarlas. Sé bien que detrás de los misioneros hay mucha gente, muchas oraciones, mucho apoyo, mucha solidaridad, mucho cariño. Estoy seguro de que, sin eso, no podríamos, yo al menos. Lo sé de sobra, pero viene muy bien sentirlo en tu propia piel de vez en cuando. Lo recibo como una chispa del Resucitado. ¡Feliz Pascua!

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