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Un Adviento sin fin

Sus brasas blancas convierten el mundo en un sepulcro vacío de las almas de los antepasados, un mundo ajeno al que nos unen lazos desconocidos e irrompibles, distante e íntimo, lleno de una cierta magia bucólica y oscura, ensombrecido y nimbado por una aureola de incertidumbre, cercana a lo sagrado, que engrandece nuestro conocimiento y aviva nuestras ansias de conocer y despierta el interés por lo que está “detrás de la puerta de paja” (Risco): lo inconfesable, tierno y aterrador, de la vida de todos los días. La niebla es como una cabaña llena de antiguas y oscuras tradiciones que solo la inalterable luz del sol que, rompiendo todos los límites, penetra y destruye desde dentro su entera oscuridad y nos descubre que el camino que nos toca hacer casi nunca se elige. La calma, la quietud y la serenidad necesarias para una vida descansada, de pureza y magia, solo vendrán de la habitación en la que las luces y las sombras que nos esperan siempre y nos regalan constantemente emociones, entran y salen sin descanso. La vida es un calendario de eventos, un adviento sinfín.

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