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Los medios, de nuevo, vuelven a hacer el trabajo que correspondería a los pastores
Ante el silencio, que comienza a ser cómplice, los datos. La investigación, que se niega desde la propia institución, y que obliga a las víctimas a buscar aliados fuera de la Iglesia católica. En este caso, los medios de comunicación. La investigación que abrió hace tres años El País, al fin, ha llegado al Papa, y se comienzan a tomar medidas. Los obispos, otra vez, llegan tarde. De hecho, ni llegan: les obligan a hacerlo. ¿Hasta cuándo? ¿Qué tiene que ocurrir para que la Iglesia española abra de una vez sus archivos e investigue la pederastia clerical?
El magnífico trabajo coordinado por Íñigo Domínguez, Julio Núñez y Daniel Verdú en El País (con la inestimable ayuda de ese pozo de sabiduría que es Juan G. Bedoya y muchos otros) llegó el pasado 2 de diciembre a manos del Papa. Doctrina de la Fe coordinará una investigación. Que llegará tarde, y que vuelve a poner a la Iglesia española a remolque.
Y es que, otra vez, y ya son innumerables cuando hablamos de abusos a menores, los medios hacen un trabajo que debería estar haciendo la Iglesia. También, como es obvio, otras instituciones, pero aquí hablamos, o pretendemos hacerlo, desde el Evangelio de los pobres, los excluidos, los abandonados. Y en esto la Iglesia debería ser madre y maestra, no encubridora. Y, lamentablemente, hasta ahora, no podemos calificarla (salvo honrosísimas excepciones, que por supuesto las hay) de otro modo.
La actitud de Francisco, una vez, contrasta con la postura oficial de la Conferencia Episcopal, que junto a la italiana sigue siendo la única del Viejo Continente (y, me atrevo a añadir, del 'mundo cristiano') en negarse sistemáticamente a abrir sus archivos y liderar una investigación histórica sobre la pederastia en su seno.
Y eso que, como comentamos, un grupo de obispos ya planteó la posibilidad de una investigación (al menos, interna, al menos eso) en la pasada Plenaria. Un fallido intento, pese a que tanto Omella como Osoro, y otros obispos como De las Heras, Valera, Segura o Cantero se mostraron a favor. Todo esto, también, lo sabe el Papa, que como hemos visto reiteradamente se informa por distintas vías (también por RD, mal que les pese a algunos) de lo que sucede en este país.
Las víctimas, los supervivientes del horror. Que tienen derecho a una disculpa, a una indemnización, a una reparación. A lo que quieran. Es su derecho. Es nuestra obligación
Y Francisco, después de leer, y de llorar, el informe entregado por el corresponsal de El País, mandó llamar al cardenal Omella, y comentó el asunto con algunos de los obispos que participaron en la reciente ad limina. Aunque algunos sigan, desde algunos medios, negando 'rapapolvos' ni intromisiones de Roma. La realidad, como siempre, acab imponiéndose. La dura y triste realidad que, no lo olvidemos, tiene unos grandes protagonistas, que no somos los periodistas: las víctimas, los supervivientes del horror. Que tienen derecho a una disculpa, a una indemnización, a una reparación. A lo que quieran. Es su derecho. Es nuestra obligación (y esto lo digo como Iglesia, que también me siento).
La publicación del informe en El País, y la contundente y rápida respuesta de Roma, no deja otra opción a los obispos españoles, que si continúan negándose a abrir sus archivos serán señalados como cómplices o negacionistas. Aunque me temo que, otra vez, seguirán llegando tarde a una cita que la Historia les recordará.
Si, como asegura el portavoz Argüello, sólo hay unos pocos casos, ¿por qué tanto miedo a investigar, a abrir las ventanas? Las víctimas merecen un respeto que, por el momento, sólo han encontrado en contadas ocasiones. Por eso se han ido a los medios de comunicación. Porque no encontraban respuestas, ni manos tendidas, ni corazones abiertos, en la que debía haber sido su casa y se convirtió en su condena.
La investigación de El País debería ser premiada por la Iglesia, aunque me temo que Íñigo Domínguez, Julio Núñez o Daniel Verdú se unirá a unos cuantos que seguimos 'vetados' para cualquier reconocimiento eclesial. Desde aquí, "¡Bravo!" por ellos. Y una sonora pitada a los obispos y responsables eclesiásticos que, todavía hoy, siguen negándose a hacer justicia a los preferidos del Señor. A las víctimas del horror. A esos niños desvalidos que tanto recuerdan al pequeño que, en pocos días, volverá a nacer en Navidad.
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