Como ya se sabe, hay una interpretación propia detrás de cada evangelio y cada texto neotestamentario, sea éste reconstruido o recibido. Veamos cuál es la idea que sobre la Ley tuvieron los grupos que estuvieron detrás de estos textos.
Desde el punto de vista del final de los tiempos comunes, los tiempos en que reinaba la muerte, Pablo consideró que la Ley sirvió mientras el plan divino alcanzaba su punto culminante, el punto de la restauración de Israel en un nuevo tiempo en el que no reinaría la muerte y los hijos de la divinidad vivirían felices.
La Ley era la “constitución” del reino de Yahvé. Como proclamador de ese reino, Jesús nada opuso al tenor general de la Ley, aunque hay que matizar algunos detalles.
La pregunta clave es: ¿Qué verdad hay en las tesis de quienes afirman que la religión cristiana no es más que una burda copia de los cultos de misterio y en concreto del mitraísmo?
Un repaso a la vigencia que la Ley de Moisés tuvo y a cuándo y por qué se aplicó como norma para la vida judía ofrece resultados verdaderamente sorprendentes. Nuevos estudios han llegado a conclusiones que enriquecen nuestro conocimiento sobre el judaísmo y coinciden en retrasar notablemente su aparición y confirmación.
Trato, o profundizo, en el tema de si se puede llamar verdadera tradición a los recuerdos sobre Jesús, palabras y acciones, y si estos recuerdos pasaron sin más a los Evangelios o fueron súper interpretados en algunos casos.
Como vimos en la última entrega, parece que podemos postular que Jesús el galileo predicó un reino de Dios terrenal y judío. ¿Y Pablo? ¿Habló en los mismos términos o cambió algo el mensaje, como ya sabemos que hizo respecto a la exclusividad judía de dicho reino? Las pocas menciones a este tema en las siete cartas auténticas permiten hacerse una idea rápida de la cuestión,