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Mensaje del Papa con motivo de la inauguración del año académico de la Universidad de Palermo
(Vatican News).- En toda universidad existe “el encuentro y el intercambio entre generaciones; el avance de la investigación en los diversos campos disciplinarios; la coexistencia sensibilidades culturales, políticas y religiosas diferentes; el entrelazamiento de la realidad local e internacional; el crecimiento personal a través de los éxitos y los fracasos, de los talentos y las debilidades”, en definitiva, una universidad es “en la diversidad, una gran comunidad”, donde los opuestos se encuentran, algo de lo que “carece sobre todo la convivencia contemporánea, herida por una polarización cada vez más acentuada de los puntos de vista”.
Lo escribe el Papa Francisco en el mensaje enviado al arzobispo de Palermo, monseñor Corrado Lorefice, y leído por don Carmelo Torcivia, director de la Oficina Diocesana para la Universidad y la Cultura, con ocasión de la inauguración del año académico de la Universidad de la capital siciliana -el 219º desde su fundación-, que tuvo lugar en la tarde de ayer, 8 de febrero, en el aula magna del Departamento de Ingeniería del Campus Universitario. A los estudiantes, investigadores y docentes el Pontífice confía hoy una palabra “contracorriente”, “una actitud que caracteriza desde hace siglos las culturas del Mediterráneo: la “lentitud”, para “comprender”, “crecer” y “cambiar”.
“Incluir”, “comprender”, “acoger, suspender el juicio, hospedar”: son todos rasgos de la universalidad a la que remite la universidad, subraya el Pontífice, añadiendo que “sólo juntos podemos custodiar e interpretar la realidad” y “habitarla”, y para ello hay mucho que hacer. Y si "los miedos influyen incluso en las personas más doctas y desencadenan envidias, competitividad, espíritu de venganza, rigidez", es necesaria "una firme honestidad personal e institucional" para que "la unidad prevalezca sobre el conflicto, el bien común sobre los objetivos personales y los intereses privados".
“Hay esperanza allí donde la justicia encuentra espacio”, afirma el Papa, “y los jóvenes pueden convertirse en protagonistas, especialmente a través de un estudio que no los abstraiga, sino que los sumerja en la realidad”. Para Francisco, “es importante el contacto con la realidad”, especialmente “con sus partes alejadas o descartadas”, como lo son las “personas que nunca entrarán a la universidad” o los “barrios enteros y componentes sociales que se han vuelto invisibles”. A menudo no “estimamos la existencia y el punto de vista de todo esto”, mientras que es “más desde los márgenes que desde los centros de estudio y de poder” que comprendemos “las grandes cuestiones del presente y del futuro”.
Se necesita el "coraje de ponerse al servicio de la ciudad, saliendo cada uno de sus zonas de confort personales e institucionales", para que "saberes y metodologías" se contaminen, para que haya "nuevas síntesis transdisciplinares" y para "atraer cerebros", observa el Papa, constatando que si todo esto sucede "la inteligencia se reaviva, el estudio y la vida se abren, lo nuevo se abre paso y la desesperación retrocede". De cara al nuevo año académico en la Universidad de Palermo, Francisco señala a “los mártires Rosario Livatino y Don Pino Puglisi, junto a un gran número de testigos que han iluminado” Sicilia y su capital “con su esperanza”, como “símbolo de nuevos comienzos” a los que cada uno “puede contribuir” cada uno “con sus propios talentos”.
Pero frente a la “fascinación de la tecnología” que “está impregnada de velocidad”, ante las “inteligencias artificiales” que “nos seducen con su performatividad”, el Pontífice recomienda la lentitud. Por ejemplo, la que se necesita para leer y “ya no se concede a quienes estudian e incluso a quienes enseñan”, la que se necesita para comprender, pero choca con “la exasperación de los indicadores de rendimiento”.
“El crecimiento, a su vez, es un proceso lento y nunca un recorrido lineal”, continúa Francisco, porque “los fracasos, como los errores, son fundamentales en la búsqueda de la verdad” y “el cambio también requiere lentitud”, en varios ámbitos. Son “objetivos” a los que no podemos permitirnos “renunciar”, subraya el Papa. “En ellos está en juego la inteligencia humana, irreductible a algoritmos y procesos lógicos”, concluye el Pontífice, recordando que la inteligencia humana tiende, en el fondo, a “buscar el bien, y nadie tiene el monopolio de él, ni de su medida”, porque tendemos hacia él “paso a paso” y “sólo juntos”.
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