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"El primer acto de caridad que podemos hacer al prójimo es ofrecerle un rostro sereno y sonriente"
Angelus del cuarto domingo de Adviento, el último antes de la fiesta de la Natividad de Jesús. Mucha gente en la plaza de San Pedro en un día soleado pero frío, para escuchar al Papa Francisco. Los agoreros ya no saben que inventar, en plena pandemia, para dibujar imaginarios odios del pueblo a Bergoglio. Un Bergoglio que llamó a caminar con alegría y acogida, como hizo María en su visita a su prima Isabel. Porque "si procedemos con el paso cansado de los gruñones o de los chismorreos, no llevaremos a Dios a nadie".
En su reflexión dominical, el Papa quiso referirse a la visita de María a Isabel. La Virgen, tras recibir el anuncio del Ángel, "no se queda en casa, pensando en lo sucedido y considerando los problemas y los imprevistos, que ciertamente no faltaban", explicó Francisco.
"Al contrario, lo primero que hace es pensar en quien lo necesita: en Isabel su pariente, que es mayor y está embarazada", recordó. Así, "María sale de viaje con generosidad, sin dejarse intimidar por los inconvenientes del viaje, respondiendo a un impulso interior que la llama a hacerse cercana y a ayudar".
¿Cómo? "Compartiendo su alegría. María dona a Isabel la alegría de Jesús, la alegría que llevaba en el corazón y en el vientre. Va donde ella y proclama el Magníficat", subrayó el Pontífice. "Se levantó y se fue. En el último tramo del camino del Adviento dejémonos guiar por estos dos verbos", pidió el Papa.
"Levantarse y caminar con prontitud: son los dos movimientos que María hizo y que nos invita también a nosotros a hacer en vista a la Navidad", recalcó. Sobre todo, alzarse. "Después del anuncio del ángel, para la Virgen se perfilaba un periodo difícil: su embarazo inesperado la exponía a incomprensiones y también a penas severas. ¡Imaginemos cuántos pensamientos y turbaciones tenía!", evocó el Papa.
Sin embargo, "no se desanima, no se desespera, sino que se levanta. No mira hacia abajo, hacia los problemas, sino a lo alto, hacia Dios. Y no piensa a quién pedir ayuda, sino a quién ayudar".
"Aprendemos de la Virgen esta forma de reaccionar: levantarse, sobre todo cuando las dificultades amenazan con aplastarnos", defendió Francisco. "Levantarnos, para no empantanarnos en los problemas, hundiéndonos en la autocompasión y en una tristeza paralizante".
Pero ¿por qué levantarnos? "Porque Dios es grande y está preparado para levantarnos si nosotros le tendemos la mano", añadió. "Arrojemos en Él los pensamientos negativos, los miedos que bloquean todo impulso e impiden ir adelante. Y después hagamos como María: ¡miremos a nuestro alrededor y busquemos alguna persona a la que podamos ser de ayuda!", culminó Bergoglio
"¿Hay algún anciano que conozco al que puedo hacer un poco de compañía, un servicio, un favor, una llamada? Ayudando a los otros, nos ayudaremos a nosotros mismos a levantarnos de las dificultades", añadió.
El segundo movimiento es "caminar con prontitud", que no quiere decir agitación ni sofoco, sino "mirar adelante con confianza, sin arrastrarnos por la desgana, esclavos de las lamentaciones, siempre buscando alguien a quien culpar". Así fue María a casa de Isabel.
Pero "¿cómo es mi “paso”? ¿Soy propositivo o me quedo en la melancolía?", preguntó Francisco. "Si procedemos con el paso cansado de los gruñones o de los chismorreos, no llevaremos a Dios a nadie", terminó, poniendo los ejemplo de Santo Tomás Moro o San Felipe Neri para reivindicar la importancia de "cultivar un sano sentido del humor". "No nos olvidemos de que el primer acto de caridad que podemos hacer al prójimo es ofrecerle un rostro sereno y sonriente. Es llevarles la alegría de Jesús, como hizo María con Isabel".
Tras el rezo del Angelus, y en los saludos, el Papa mostró su cercanía a la población de Filipinas, "golpeada por un fuerte tifón. Que el niño Jesús lleve esperan a las familias con dificultad. Y nos inspire a ayudar concretamente", señaló, antes de escuchar a una banda presente en la plaza.
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