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Primer encuentro de Francisco con los católicos de Irak
"Sean pastores, servidores del pueblo y no administradores públicos. Siempre con el pueblo de Dios, nunca separados como si fueran una clase privilegiada. No renieguen de esta 'estirpe' noble que es el santo pueblo de Dios". En la catedral de los mártires cristianos de Irak, Francisco quiso enviar un claro mensaje de apoyo al pueblo que sufre, pero también de responsabilidad ante la construcción de una sociedad más humana, donde la fuerza el Evangelio se imponga al clericalismo.
La catedral católica siria de Nuestra Señora de la Liberación acogió el primer encuentro del Papa con los católicos de Irak. En el tradicional encuentro con sacerdotes, religiosos y obispos del país, y tras escuchar las palabras del patriarca Ignace Youssif Younan y el Cardenal Louis Sako, comenzó recordando "la sangre de nuestros hermanos y hermanas que aquí han pagado el precio extremo de su fidelidad al Señor y a su Iglesia". Hombres y mujeres, "hermanos y hermanas que murieron en el atentado terrorista en esta Catedral hace diez años y cuya beatificación está en proceso".
"Que el recuerdo de su sacrificio nos inspire para renovar nuestra confianza en la fuerza de la Cruz y de su mensaje salvífico de perdón, reconciliación y resurrección", subrayó el Papa, quien proclamó el Evangelio del testimonio, el "compartir las alegrías y los sufrimientos, las esperanzas y las angustias de los fieles de Cristo". También, y especialmente, en estos tiempos de pandemia.
Y una petición: saber seguir adelante, pese a las dificultades. "Sabemos qué fácil es contagiarnos del virus del desaliento que a menudo parece difundirse a nuestro alrededor", apuntó el Papa. "Sin embargo, el Señor nos ha dado una vacuna eficaz contra este terrible virus, que es la esperanza que nace de la oración perseverante y de la fidelidad cotidiana a nuestro apostolado. Con esta vacuna podemos seguir adelante con energía siempre nueva, para compartir la alegría del Evangelio, como discípulos misioneros y signos vivos de la presencia del Reino de Dios, Reino de santidad, de justicia y de paz".
"No olvidemos nunca que Cristo se anuncia sobre todo con el testimonio de vidas transformadas por la alegría del Evangelio", señaló Francisco, recordando cómo "una fe viva en Jesús es 'contagiosa', puede cambiar el mundo".
"Las dificultades forman parte de la experiencia cotidiana de los fieles iraquíes", admitió el Papa. "En las últimas décadas, ustedes y sus conciudadanos han tenido que afrontar las consecuencias de la guerra y de las persecuciones, la fragilidad de las infraestructuras básicas y la lucha continua por la seguridad económica y personal, que a menudo ha llevado a desplazamientos internos y a la migración de muchos, también de cristianos, hacia otras partes del mundo", señaló.
En este sentido, el Papa agradeció a obispos y sacerdotes por "haber permanecido cercanos a su pueblo, sosteniéndolo, esforzándose por satisfacer las necesidades de la gente", animándoles a "perseverar en este compromiso, para garantizar que la Comunidad católica en Irak, aunque sea pequeña como un grano de mostaza (cf. Mt 13,31-32), siga enriqueciendo el camino de todo el país".
Por eso, les pidió que "dejemos de lado todo tipo de egocentrismo y rivalidad" para "formar una comunidad de hermanos y hermanas que se acogen y se cuidan unos a otros", con la imagen de una alfombra. Así son las religiones en Irak, "cada una con su ancestral patrimonio histórico, litúrgico y espiritual, son como muchos hilos particulares de colores que, trenzados juntos, componen una alfombra única y bellísima, que no sólo atestigua nuestra fraternidad, sino que remite también a su fuente".
"Porque Dios mismo es el artista que ha ideado esta alfombra, que la teje con paciencia y la remienda con cuidado, queriendo que estemos entre nosotros siempre bien unidos, como sus hijos e hijas (...). Qué importante es este testimonio de unión fraterna en un mundo a menudo fragmentado y desgarrado por nuestras divisiones. Todo esfuerzo que se realice para construir puentes entre la comunidad y las instituciones eclesiales, parroquiales y diocesanas servirá como gesto profético de la Iglesia en Irak y como respuesta fecunda a la oración de Jesús para que todos sean uno", insistió.
Dirigiéndose a todos los católicos, pastores y fieles, sacerdotes, religiosos y catequistas, que comparten "la responsabilidad de llevar adelante la misión de la Iglesia", les advirtió que "en ocasiones pueden surgir incomprensiones y podemos experimentar tensiones; son los nudos que dificultan el tejido de la fraternidad".
"Son nudos que llevamos dentro de nosotros; por lo demás, somos todos pecadores. Pero estos nudos pueden ser desatados por la Gracia, por un amor más grande; se pueden soltar por el perdón y el diálogo fraterno, llevando pacientemente los unos las cargas de los otros (cf. Gal 6,2) y fortaleciéndose mutuamente en los momentos de prueba y dificultad", explicó.
Antes de terminar, Francisco quiso dirigir "una palabra especial a mis hermanos obispos", a quienes pidió que sean "particularmente cercanos a sus sacerdotes. Que no los vean como administradores o directores, sino como a padres, preocupados por el bien de sus hijos, dispuestos a ofrecerles apoyo y ánimo con el corazón abierto".
Y, también, al resto de fieles, sacerdotes, religiosos y religiosas, catequistas y seminaristas: "Compartir la Buena Noticia con entusiasmo y valentía, viviendo y caminando siempre a la luz de la Palabra de Dios, que tenemos el don y la tarea de anunciar".
Lejos del funcionariado que tanto ha criticado Bergoglio. "Sabemos que nuestro servicio conlleva también una parte administrativa, pero esto no significa que debamos pasar todo nuestro tiempo en reuniones o detrás de un escritorio. Es importante que estemos en medio de nuestro rebaño y que ofrezcamos nuestra presencia y nuestro acompañamiento a los fieles de las ciudades y de los pueblos", para que nadie se quede atrás.
"Sean pastores, servidores del pueblo y no administradores públicos. Siempre con el pueblo de Dios, nunca separados como si fueran una clase privilegiada. No renieguen de esta “estirpe” noble que es el santo pueblo de Dios", proclamó, antes de volver a recordar a los cristianos fallecidos en este templo. "Su muerte nos recuerda con fuerza que la incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas".
Al tiempo, Francisco quiso "recordar a todas las víctimas de la violencia y las persecuciones, pertenecientes a cualquier comunidad religiosa", como hará mañana, en Ur, junto al resto de tradiciones religiosas, "para proclamar una vez más nuestra convicción de que la religión debe servir a la causa de la paz y de la unidad entre todos los hijos de Dios".
"Esta tarde quiero agradecerles su compromiso de ser constructores de paz, en el seno de sus comunidades y con los creyentes de otras tradiciones religiosas, esparciendo semillas de reconciliación y de convivencia fraterna que pueden llevar a un renacer de la esperanza para todos", culminó el Papa, quien pidió a los jóvenes "ser portadores de promesa y de esperanza, y sobre todo en este país". Los jóvenes que "son vuestro tesoro y hay que cuidarlo, alimentando sus sueños, acompañándolos en el camino y reforzando su esperanza", pese a tantos conflictos que han sacudido esta tierra en las últimas décadas.
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