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"No hay época que no haya tenido sus mártires, hasta nuestros días", señala el Papa
(Vatican News).- La santidad es "familiar" en el sentido de que "es un camino comunitario que hay que hacer de dos en dos", como enseñaron los padres de Santa Teresa o la familia polaca de los Ulma, asesinados por los nazis y beatificados en septiembre en Polonia. La santidad también "une": une a Dios y a los hermanos, conduciendo a un "abrazo de unidad y paz" que hoy sería necesario para el mundo. Sobre todo, la santidad es "martirial", como demuestra la larga historia de testigos -desde los mártires de los primeros siglos hasta los coptos asesinados por Daesh en 2015 en Libia- muertos por su fe o perseguidos como Asia Bibi, la campesina católica de Pakistán que protagonizó una odisea judicial de nueve años, entre condenas a muerte por blasfemia y encarcelamiento, hasta su absolución final. "Un caso de vida cristiana vivida en continuo martirio", dijo el Papa.
Tantos años estuvo en la cárcel, y su hija le llevaba la Eucaristía... Y tantos años hasta el momento en que los jueces dijeron que era inocente. Casi nueve años de testimonio cristiano. Es una mujer que sigue viviendo, y hay muchas, muchas como ella, que dan testimonio de fe y de caridad.
El Papa Francisco recibió en audiencia a los participantes en el congreso de tres días "La dimensión comunitaria de la santidad", organizado por el Dicasterio para las Causas de los Santos y celebrado en el Instituto Patrístico Augustinanum de Roma del 13 al 15 de noviembre. Dirigiéndose al prefecto, el cardenal Marcello Semeraro, a los superiores, funcionarios, postuladores y colaboradores, el Papa recordó tres "aspectos" de la santidad, partiendo de la "dimensión comunitaria", tan querida por el Concilio Vaticano II y que Juan Pablo II había traducido en lo que definió la "vocación universal a la santidad". Es decir, la llamada a todos a ser santos.
Una perspectiva que se ha desarrollado con el tiempo, como atestigua "el número de beatificaciones y canonizaciones de hombres y mujeres pertenecientes a diferentes estados de vida: cónyuges, célibes, sacerdotes, consagrados y laicos de todas las edades, familias -pienso en los mártires de Polonia-, origen y cultura". Todos los hermanos y hermanas pertenecientes al "santo pueblo fiel de Dios" o, dijo el Pontífice, los llamados santos "de la puerta de al lado", "miembros de nuestras comunidades" que "han vivido una gran caridad en las pequeñas cosas de la vida cotidiana, a pesar de sus límites y defectos, siguiendo a Jesús hasta el final".
Son el ejemplo de una "santidad que une", en el sentido de que, explicó Francisco, "no es sólo un acontecimiento personal, sino también comunitario". Porque "cuando Dios llama al individuo, es siempre para el bien de todos". A este respecto, el Papa citó la Gaudium et spes, que afirma: "La santidad une y a través de la caridad de los santos nosotros podemos conocer el misterio de Dios que unido a cada hombre' abraza en su misericordia a toda la humanidad, para que todos sean uno".
¡Cuánta necesidad tiene nuestro mundo de encontrar en este abrazo la unidad y la paz! Tenemos necesidad de esto.
En la misma línea, el Papa recordó las palabras de Santa Teresita del Niño Jesús, a quien, en el 150 aniversario de su nacimiento, dedicó la exhortación apostólica C'est la confiance. En sus escritos, Teresita "con una evocadora imagen bíblica contempla a la humanidad entera como el 'jardín de Jesús', cuyo amor abraza a todas sus flores de manera inclusiva y exclusiva a la vez, y pide ser encendida hasta la incandescencia por el fuego de ese amor, para conducir a su vez a todos los hermanos y hermanas".
Es la evangelización "por atracción". Es el testimonio: es fruto, al mismo tiempo, de la más alta experiencia mística de amor personal y de la "mística del nosotros".
Este "nosotros" adquiere la dimensión de una santidad "de familia". Hay muchos ejemplos en la Iglesia de "parejas de esposos santas, en las que cada uno de los cónyuges ha sido instrumento para la santificación del otro". El Papa Francisco mencionó algunos de ellos: Luigi y Zelia Martin; los beatos Luigi y Maria Beltrame Quattrocchi; los venerables Tancredi y Giulia di Barolo y Sergio y Domenica Bernardini. Sin olvidar a Jozef y Wiktoria Ulma y sus siete hijos, bárbaramente asesinados por los nazis por esconder judíos en su casa durante las persecuciones, que fueron beatificados el pasado mes de septiembre en Polonia. Son "un ejemplo luminoso", subrayó el Papa, y son "todos mártires".
Sí, porque la santidad también es 'martirial'. "Es un modelo fuerte, del que tenemos muchos ejemplos a lo largo de la historia de la Iglesia, desde las comunidades de los orígenes hasta los tiempos modernos, a lo largo de los siglos y en diversas partes del mundo", señaló el Pontífice.
No hay época que no haya tenido sus mártires, hasta nuestros días. ¡Y no olvidemos que la nuestra también tiene muchos mártires!
"A menudo", señaló, "se trata de comunidades enteras que han vivido heroicamente el Evangelio o que han ofrecido a Dios la vida de todos los miembros ". Y el discurso se amplía aún más si se considera la "dimensión ecuménica" del martirio, con todos los miembros de las distintas confesiones cristianas. En primer lugar, el Papa mencionó a los 21 mártires coptos asesinados por los yihadistas en una playa libia. Francisco, en su encuentro de mayo con el Patriarca Tawadros II, anunció que habían sido introducidos en el Martirologio Romano. Mártires, por tanto, también para la Iglesia católica.
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