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(JCR)
“Cada vez que veo un misionero, siento admiración”. Así se expresó el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ayer martes 10 de octubre durante la eucaristía que presidió para celebrar el 150 aniversario de la fundación de los misioneros combonianos en su capilla de la madrileña calle de Arturo Soria. Glosando la figura del buen pastor, un imagen muy querid de su fundador San Daniel Comboni, alabó el testimonio de tantos misioneros que “ante las dificultades no huyen, muchas veces poniendo en riesgo su propia vida”.
Monseñor Osoro comenzó su homilía afirmando que “la Iglesia necesita ser cada vez más católica” y glosó la espiritualidad misionera insistiendo en que todo buen pastor debe salir a la búsqueda de las ovejas perdidas, convencido de ue Cristo ha venido para todos los seres humanos: “porque no se puede ser buen pastor quedándonos con nuestro grupo con el que nos sentimos a gusto y seguros en nuestra iglesia” . Insistió en la cercanía y la misericordia que debe manifestarse en “estar en la cruz con los brazos abiertos, porque a veces podemos estar en la cruz, pero con una actitud de brazos encogidos”.
Fue una celebración sencilla y fraterna a la que, además de los combonianos de la comunidad de Madrid y las misioneras combonianas de la vecina calle Julia Balenchana, acudimos un buen grupo de colaboradores y amigos de los misioneros, algunos de los cuales no nos habíamos visto desde hacía muchos años. Durante el ágape que siguió a la misa, monseñor Osoro, sin prisas y haciendo derroche de cordialidad, saludó a bastantes de los presentes. Se comentaba en muchos corrillos la sencillez y cercanía del arzobispo de Madrid, quien a pesar de su apretadísima agenda siempre hace un esfuerzo por acudir a celebraciones a las que se le invita. Un amigo párroco, antiguo comboniano, me comentaba que en los tres años que lleva al frente de la archidiócesis ya ha visitado más de 340 parroquias.
Antes de la misa, el periodista Gerardo González Calvo, quien fue redactor jefe de la revista Mundo Negro desde sus orígenes hasta su jubilación hace nueve años, pronunció una conferencia en la que trazó algunos rasgos de la historia de la congregación comboniana, subrayando algunos de los momentos históricos en los que se hizo realidad la idea de Comboni de que “las obras de Dios nacen y mueren al pie de la cruz”. Así ocurrió muy poco después de la muerte del santo italiano en Jartum, cuando la revolución de Mahdi arrasó todas las misiones que había levantado con tanto sacrificio. Otros momentos difíciles han sido la expulsión de más de 300 combonianos y combonianas de Sudán en 1964, y la muerte violenta de más de 20 de sus miembros durante las últimas décadas en lugares como Uganda, Brasil, Congo, Sudán y Mozambique.
Daniel Comboni fundó, en 1867, el Instituto para las Misiones de África, cuando tenía 36 años, diez años después de su primer viaje a Sudán, en el que murieron varios de sus compañeros. Más tarde este instituto se convirtió en congregación religiosa. En la actualidad, los combonianos son 1.700 miembros en 300 comunidades de unos treinta países, repartidos en cuatro continentes. Alrededor de 450 de sus miembros son africanos, incluido el superior general Las misioneras combonianas fueron fundadas algunos años más tarde, en 1872, y actualmente son unas 1.500 religiosas.
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