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En medio de un mundo que parece acelerarse y fragmentarse cada día más, el Papa León XIV nos regala una palabra profundamente necesaria: Dilexi Te, “Te he amado”. Esta nueva exhortación apostólica nace como un recordatorio luminoso en tiempos de incertidumbre, invitándonos a volver al origen de todo: el amor personal y concreto de Cristo por cada uno de nosotros. No se trata de una reflexión abstracta, sino de un llamado a dejarse amar y, desde ese amor, amar a los demás, especialmente a quienes el mundo relega o invisibiliza.
El texto, que he estado leyendo con mucha dedicación, conmueve por su profundidad y comienza, ni más ni menos, que con esa frase del Apocalipsis: “Te he amado”. El Papa nos habla del amor de Jesucristo, que es el centro de la vida cristiana, y, sobre todo, de cómo ese amor a Cristo se tiene que manifestar en el servicio a los más pobres. Ese es el mensaje central: Jesucristo quiere con nosotros un encuentro tan profundo que reconozcamos a los necesitados como un igual, en virtud de la gran dignidad que tienen.
En definitiva, este documento nos quiere llevar al corazón de Cristo, a palparlo a Él, pero no en teoría, sino en los más pobres, y, por supuesto, nos invita a una vida nueva de servicio y de entrega generosa.
Al mismo tiempo, nos dice que tenemos que quebrar esa mentalidad paternalista y volver a reconocer un valor desde el punto de vista moral —puesto que hay una justicia— y, sobre todo, desde el punto de vista teológico, ya que todo lo que se hace por Jesucristo se hace al más pobre. Todo lo que se hace al más pobre se hace a Jesucristo.
Este es un llamado a reconocer la dignidad del ser humano, especialmente de los más pobres que reclaman, como, por ejemplo, los migrantes.
Esta exhortación apostólica es un llamado a volver a lo más genuino, a lo más propio de la vida cristiana, de la Iglesia católica, según los Hechos de los Apóstoles: orar y servir a los más pobres. Desde esa raíz vamos a encontrar un camino que, además, el mundo necesita especialmente hoy.
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