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IGLESIA EN RUINAS

Por lo oído, comentado y contemplado con el atuendo pontifical de archimandrita, Kirill para los rusos y simplemente Cirilo para los spañoles-que se dice y cree ser “representante máximo de Dios y de Cristo en la tierra”-, una conclusión decisiva que de ello se deduce es que la Iglesia no pasa de ser más que un montón de ruinas, término con el que cualquier diccionario hará referencia a “restos de edificios, en malas condiciones, destruidos o desmoronados”.

Es inimaginable que a estas alturas de las crónicas-testimonios de los/as corresponsales de la guerra de Rusia contra Ucrania, el “Patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Moscú y de todas las Rusias Su Santidad Sagrada”, adoctrine y mande a sus popes a implicarse aún más en la campaña militar contra la nación hermana, instando además a su feligresía a “ir al frente a prestarles a los soldados la ayuda y colaboración que precisen, tanto natural como sobrenatural”.

La razón esgrimida por la suprema autoridad eclesiástica encarnada en Cirilo es la de que “cualquier intento de derrotar a Rusia significaría el fin del mundo, dado que esta nación siempre estuvo y estará motivada para ganar, por lo que cuenta con armas todopoderosas”.

Las razones “religiosas” que cañonea Cirilo son contundentes. Decisivas y definitivas. Infalibles. Ante ellas, los pobrecitos ucranianos, los aliados de la OTAN, la EU, con inclusión del Vaticano -humano y divino-, no tienen otra alternativa que la de la rendición “ipso facto” y sin que la piedad y la misma justicia no pasen de ser consideradas como humillantes monsergas.

La Iglesia, esta Iglesia, está en ruinas. De Jesús y del Evangelio no tiene, o tienen poco, pese a que Cirilo enronquezca y salmodie en favor de ella, y el mismo Putin, su feligrés y dirigido espiritual, alardee de hacerse devotamente presente en los actos de culto celebrados con ocasión de la Navidad Ortodoxa.

Y como esta Iglesia es también cristiana, tal y como la nuestra, que además es católica, apostólica y romana, no estaría de más aprovechar ocasión tan dramática y desdichada para formularnos, entre otras, estas preguntas:

¿Vivieron y protagonizaron los católicos, tiempos de los que hay constancia documentada en la historia, con situaciones similares a las que viven los rusos y su Patriarca, para intentar salvar los “valores occidentales” catalogados con la denominación de verdaderamente cristianos? ¿No justificó y “santificó” toda clase de guerras, de conquistas, de reconquistas y de santas cruzadas contra los infieles y los enemigos de “Dios, de la Patria y del Rey”? ¿Resulta excesiva y desproporcionada la anatematización de todas las guerras, con mención indulgenciada para las de “religión” -que son mayoría-, con promesas celestiales de resurrección y de “otra” vida? ¿Es posible que la teología del martirio no demande otros planteamientos y comportamientos más en consonancia con los tiempos nuevos, tejidos de respeto, tolerancia, ambiente de diálogo y de convivencia, con rechazo de cuanto sea y exija imposición “porque sí” y “porque lo mando yo -NOS-, y además, “en el nombre de Dios”?

“Iglesia y ruinas” es ya una realidad en el vivir y el convivir, aun cuando ciertas apariencias pretendan demostrar lo contrario. Hoy se es, o se puede ser, tanto o más Iglesia fuera, que dentro de ella. No es exageración absurda y blasfema.” Ni son todos los que son, ni están todos los que están” es principio clave en la teología popular de la liberación y de la paz.

El papa Francisco es su supremo adalid, comprometido humana y divinamente con el Evangelio, aunque no con el “placet” de su personal más cercano a él, equipado de mitras, báculos, capas “magnas” y demás ornamentos que se dicen “sagrados”.

De la conservación- conversión de iglesias, templos, parroquias, santuarios, ermitas, catedrales y otros lugares sacros, para usos no solo de culto, sino de beneficencia, ocio, cultura y al servicio de la comunidad, prometo reflexionar en otra ocasión. No hay derecho a que muchos de ellos sean ya, o serán pronto, otros tantos montones de venerables ruinas, porque sí y porque a obispos o a curas les faltó imaginación, sensatez, y aún leyes, para devolverlos al pueblo que fue su constructor y no la propia Iglesia, con el sobrenombre comercial de “fábrica” para estos efectos.

“Iglesia y ruinas” es grave pecado personal, institucional y colectivo. “En estado de ruinas” puede certificarse que se encuentran diócesis enteras de España, mitreadas, espiritual, canónica y administrativamente.

Y es que no todos los curas y frailes valen para obispos y no siempre el Espíritu Santo está en disposición de hacer los “milagros”, que tendrían que hacer las autoridades competentes, en este caso, y en todos, previa consulta e intervención del pueblo. Hay obispos a quienes jamás hubiera elegido el pueblo, merecedores de ser removidos de sus sedes lo antes posible, si fueran conscientes del mal que le causan a Nuestra Santa Madre la Iglesia y al pueblo.

¡Bendito sea Dios porque Francisco el de Asís, y su continuador en la obra, el porteño Bergoglio, jamás abandonarán inactivos el pico y la pala, dispuestos siempre a restaurar los muros de la iglesia de san Damián¡.

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