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DE OBISPOS “HONORIS CAUSA”, A LOS DE “CAUSA HORRORIS”

Como ni en las ciencias y saberes con “denominación religiosa”, al igual que ni en el latín -lengua oficial en el Estado Vaticano-, sobreabundan las personas cultas ni siquiera en los estamentos eclesiásticos, con humildad y rubor me permito afrontar pedagógicamente estas nuevas consideraciones. Lo hago, previa petición de ayuda al diccionario de la “santa RAE”, gracias al cual, vivir y convivir resultará menos apócrifo, más llevadero y fácil de conjugar en la diversidad de sus tiempos gramaticales y existenciales.

Acerca de las” mitras “, basta y sobra con rememorar que en sus orígenes persas, consagradas al dios Mitreo, fueron santo y seña de extremada paganería, tanto personal como colectivamente. Por sí mismas, y más por el uso que se le dio y se le sigue dando en no pocos territorios “cristianos”, la mitra habría de proscribirse ya, es decir, “ipso facto et némine discrepante”.

El báculo episcopal, en conformidad y con las bendiciones del Código de Derecho Canónico y lo prescrito y practicado por imperativo de los liturgos en las solemnidades prelaticias de mayo representación y rango, es suficiente con aseverar que serían más ”cristianos” si se hubieran comprado en IKEA , y su precio no hubiera superado los diez euros. Su sola adquisición en las mejores joyerías del ramo alude con claridad y buenas dosis de escándalos, a que su aumentativo asilvestrado –“baculazo”- será su frcuente destino, con ausencia de cuanto huela a oveja y a pastoral y sin relación amistosa con quienes, por su condición de usuarios, se hicieron presentes en el portal de Belén y tañeron con alegría la zambomba. En manos episcopales, los báculos suelen ser y representar con lamentable frecuencia y constatación, lo contrario a cuanto refieren los santos evangelios, avalado además por el sentido común y en fiel y sacrosanta consonancia con lo vivido y testamentariado por Jesús en el Evangelio.

Los báculos episcopales no pasan de ser en la actualidad otros tantos ostensorios de lujo, de “mando en plaza”, de “dignidad” y de “dignidades”, sin más referencias, y menos si estas son de verdad pastorales.

“Báculos y mitras “horroris causa”. “Horror” equivale a “sentimiento intenso causado por algo asombroso“. En una de sus acepciones académicas, -“horror al vacío”- el sabio y docto diccionario alude expresamente a la condición de “una persona que actúa rectamente, cumpliendo su deber, de acuerdo con la moral y al servicio del bien, en la misma proporción del propio como del ajeno”.

Del bosque de mitras que coronan las testas – cabezas y frentes-, y más en las grandes solemnidades litúrgicas y ceremoniales, es lícito y procedente afirmar que, tanto personal como colectivamente, más que el “honor”, es el “horror”, en la pluralidad de acepciones, lo que define no pocos comportamientos “pastorales” prelaticios, respecto a los sacerdotes, feligreses y feligresas de las respectivas demarcaciones diocesanas.

Mitras, báculos, anillos y otras monsergas, litúrgicas o para-litúrgicas están de más en los comportamientos episcopales. En su contexto es, y será, ejemplar el hecho de que, un buen día, el obispo de Roma, papa Pablo VI, decidiera prescindir de su mitra, -tiara en este caso, con sus tres ociosas y ostentosas coronas ducales, -e instara a que la subastaran con destino del dinero para subvenir a necesidades y causas sociales. Cuenta la historia que, adquirida la tiara por una feligresa devota norteamericana, en el templo en el que la depositó, es hoy venerada como objeto-reliquia de religiosidad y de culto, fuente a la vez de nuevos ingresos con destino a Cáritas.

Más que “causa honoris” - “buena reputación”-, mitras y báculos episcopales, con lamentable asiduidad, son “causa horroris”, y estos, en ámbitos humanos y también divinos, con mención particular para la mujer por mujer. Está de más dedicarse a entrenzar rosarios de casos, la mayoría de ellos en el marco de los “misterios” dolorosos y sin excesivas esperanzas de reparación.

La cultura sinodal, y su denodada praxis, inspirada y espoleada por el papa Francisco, ofrece anchas y seguras posibilidades de reconversión del “horror” en “honor”.

Sermones distintos horadarían la fe de cultos e incultos, con embrollos, confusiones y mentiras, aunque disfrazadas de “verdades”, algunas de las cuales hasta con aspiraciones de ser declaradas como “reveladas”. Cualquier “Carta Pastoral, al igual que declaraciones “oficiales” de curias u otros organismos “sagrados”, que inicien su catequesis con titulares tales como “arremeten”, “denuncian”, “condenan”,”anatematizan”o inmisericordemente “manden a las calderas de don Pedro Botero”, reclama mayor reflexión y trato evangélico.

De entre los lemas-emblemas que lucen y destacan en los feudales escudos episcopales de armas, el de “horroris“ y “honoris causa” debería ser borrado a perpetuidad y sin dejar huella alguna.

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