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Las manos que sostienen España: La llamada profética del Informe FOESSA 2025
…"La humanidad siempre encontrará formas de unirse"
Para hacer esta muralla,/tráiganme todas las manos:/los negros, sus manos negras,/los blancos, sus blancas manos./Una muralla que vaya/desde la playa hasta el monte,/desde el monte hasta la playa, /allá sobre el horizonte./ —¡Tun, tun!—¿Quién es?/ …
Y la muralla se abría a la rosa, al clavel y al corazón del amigo mientras en cambio se cerraba ante el sable del coronel, el alacrán el ciempiés …Y así con evocaciones parecidas.
La canción "La Muralla", interpretada por Ana Belén y también por Quilapayún basada en un poema de Nicolás Guillén, evoca una poderosa metáfora sobre la resistencia y la unidad frente a la adversidad.
"La Muralla" se cantaba en el contexto histórico de los años 70 y 80, donde estos ideales resonaron con fuerza, ya que eran tiempos de conflictos políticos, dictaduras y luchas por los derechos humanos. La combinación de estos artistas unió audiencias de distintos países y sensibilidades, haciendo que la canción llegara a públicos amplios y diversos.
En España, la transición democrática avanzaba tras el fin de la dictadura (1975). Y en América Latina, la canción tuvo una fuerte resonancia entre los movimientos de resistencia contra dictaduras y gobiernos autoritarios, convirtiéndose en un símbolo de esa lucha. La conexión entre la causa española y la latinoamericana también fortaleció su éxito y la canción fue ampliamente difundida en la radio, televisión y escenarios internacionales, consolidándose como una especie de himno para quienes buscaban justicia y libertad.
Esta canción y el poema que la sostiene, han resonado en mí de nuevo ante la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y el intenso debate generado sobre la inmigración y la identidad nacional.
Guillén, con su pluma afilada, nos habla de una muralla que no solo se erige como un símbolo de separación, sino también como un bastión (construido, piedra a piedra, o ladrillo a ladrillo) de esperanza y solidaridad. Las murallas se convierten en un reflejo de las tensiones que surgen entre el deseo de defender lo propio por encima y a costa de todo, y la necesidad de acoger al otro desde la humanidad y la misericordia.
Recuerdo alguna eucaristías celebradas en la frontera mexicana con gente a los dos lados de las verjas. La letra de "La Muralla" nos invita a imaginar un mundo donde las barreras se desvanecen y las manos se entrelazan. Los nuevos tiempos políticos han generado una llamada a la acción entre aquellos que creen en la apertura de murallas defendiendo la inclusión y la diversidad recordando que la verdadera fortaleza de una nación radica en su capacidad para abrazar a todos sus habitantes, sin importar su origen.
El presidente en su comienzo de mandato tuvo que escuchar los reproches en este sentido de una obispa episcopaliana, y otras voces religiosas entre ellas las de muchos obispos católicos que también están haciendo oír su voz. Muchas comunidades católicas en países afectados por esa medidas ya actuaban preventivamente (p.e : la Iglesia en México difundía un mapa de ayuda para migrantes y deportados con al menos menos 40 centros de apoyo disponibles). Y muchas otras voces en muchos rincones del país, se han levantado también con iniciativas que buscan derribar las murallas del miedo y la desconfianza, promoviendo un diálogo que celebre la riqueza cultural que cada individuo aporta. La muralla, en este contexto, se transforma en un símbolo de unidad y resistencia ante la adversidad.
Se constata en muchos migrantes como la llegada de la nuevas políticas también han traído consigo un eco de miedo y división. Las políticas de inmigración restrictivas y los discursos y decisiones que las alimentan, crean inseguridad, miedo, odio etc por el aliento que suponen para la construcción de murallas físicas y simbólicas. En este escenario, la muralla se convierte en un símbolo de exclusión, donde se privilegia la seguridad por encima de todo sobre la humanidad y la dignidad. Que ya se ponían de manifiesto también en anteriores mandatos de una u otra manera.
La letra de "La Muralla" nos recuerda que, aunque las barreras puedan seguir creciendo, el deseo de conexión y solidaridad persiste. La resistencia ante el cierre de murallas se manifiesta en las protestas, en las historias compartidas y en la lucha por los derechos de los emigrantes. La muralla, entonces, se convierte en un recordatorio de que, a pesar de los intentos de separación, la humanidad siempre encontrará formas de unirse.
En este cruce de caminos, la canción en que me apoyo0, nos invita a reflexionar sobre el papel que cada uno de nosotros desempeña en la construcción de murallas. ¿Elegiremos abrir nuestras puertas y corazones, o nos dejaremos llevar por el miedo y la desconfianza? La muralla, en su esencia, es un reflejo de nuestras decisiones colectivas.
Así, en tiempos de cambio y desafío, "La Muralla" se erige como un canto a la esperanza, recordándonos que, aunque las circunstancias puedan intentar separarnos, siempre hay espacio para la empatía, la inclusión y el amor. La elección está en nuestras manos: construir muros o abrir caminos. Miremos al Papa Francisco.
"La muralla, en su esencia, es un reflejo de nuestras decisiones colectivas"
La apertura del poema es clara y decidida. Guillén no habla de una muralla construida a base de piedras y mortero, sino de una muralla hecha de manos. Manos negras, manos blancas, en su diferencia, reunidas para forjar un muro de brazos que enganche y enlace Norte y Sur, que trascienda fronteras físicas y sociales. "Para hacer esta muralla, tráiganme todas las manos", demanda el poeta, invitando a la cooperación colectiva. Aquí, la raza ya no es un factor divisivo, sino una fuerza que, al unirse, puede transformar el mundo.
Sin embargo, Guillén introduce la paradoja de la muralla: esta no es solo un símbolo de protección, sino también de exclusión. A lo largo del poema, los constantes "Tun, tun!" que resuenan como timbres de llamada son seguidos de respuestas que piden abrir o cerrar la muralla. La rosa y el clavel, símbolos de la belleza y la paz, claman por ser admitidos, por encontrar su lugar dentro de la comunidad humana. Sin embargo, a su lado, el sable del coronel y el alacrán y los ciempiés, símbolos de la violencia y la amenaza, exigen ser rechazados, excluidos del círculo de la humanidad.
Es en esta dinámica de apertura y cierre donde Guillén refleja la dualidad de la vida social: hay que saber cuándo acoger lo bueno, lo que embellece, lo que une y hace crecer… y cuándo rechazar lo nocivo, lo que divide, lo que corrompe. La muralla, entonces, se convierte en un símbolo moral que establece un principio de discernimiento. "Al corazón del amigo, abre la muralla; al veneno y al puñal, cierra la muralla"
A lo largo del poema, Guillén va más allá de las simples imágenes de conflicto y resistencia, y llega a la reflexión más profunda: la muralla no es solo una defensa contra lo exterior, sino una llamada a la acción colectiva, una exigencia de unidad. El poeta hace una llamada a alzar una muralla que no sea solo un acto de resistencia, sino una construcción inclusiva. Juntar las manos negras y blancas es, en definitiva, el primer paso para una acción transformadora, un esfuerzo por erradicar las separaciones que nos dividen.
En un mundo donde los muros parecen alzarse más rápido que las esperanzas, nos toca a nosotros, en España y más allá, convertirnos en arquitectos de otra realidad. Frente a las políticas restrictivas que hieren la dignidad de los emigrantes, no levantemos barreras, sino espacios abiertos. Porque ningún ser humano es extranjero en esta tierra que nos pertenece a todos por igual, y la dignidad no entiende de pasaportes ni alambradas.
El primer muro que debemos abrir es el de la indiferencia, ese que a menudo nos vuelve cómplices silenciosos de las injusticias. Este muro no se derriba con martillos, sino con gestos: un refugio ofrecido, una mano extendida, una palabra que acoge. Es en las pequeñas acciones donde se dibujan las grietas por donde la humanidad puede respirar de nuevo.
Abramos también los muros de la desinformación, que deshumanizan al otro y lo convierten en un número, en una estadística, en un rostro sin historia. Dejemos que las voces de los que han cruzado mares y desiertos nos narren sus sueños, sus miedos y sus luchas. Porque escucharlos no es solo un acto de justicia, sino de resistencia contra quienes quieren silenciarlos.
"Frente a las políticas restrictivas que hieren la dignidad de los emigrantes, no levantemos barreras, sino espacios abiertos. Porque ningún ser humano es extranjero en esta tierra que nos pertenece a todos por igual, y la dignidad no entiende de pasaportes ni alambradas"
El muro de la ley, tan rígido y frío, también puede ser transformado. Desde los rincones más pequeños, podemos exigir reformas, cuestionar normas injustas y luchar por políticas que prioricen los derechos humanos sobre las fronteras. Cada firma, cada protesta, cada voto es una piedra retirada de ese muro.
Pero sobre todo, construimos puentes en lugar de muros. Que nuestras escuelas enseñen la riqueza de la diversidad; que nuestras plazas se convertirán en lugares de encuentro, no de exclusión; que nuestras palabras no se separen, sino unan. En la poesía de un abrazo, en la solidaridad de un plato compartido, en el cobijo de un techo ofrecido, encontramos el antídoto contra la política del miedo.
El verso repetido de "Una muralla que vaya desde la playa hasta el monte, desde el monte hasta la playa, …¡ allá sobre el horizonte¡" me evoca aquello de Eduardo Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.
Juntando todas las manos
"Dejemos que las voces de los que han cruzado mares y desiertos nos narren sus sueños, sus miedos y sus luchas. Porque escucharlos no es solo un acto de justicia, sino de resistencia contra quienes quieren silenciarlos"
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