Soy latino, vascón y visigodo

Jesús Mauleón, poeta y cura
16 dic 2015 - 23:11

El mundo no está para localismos. Ni para sentimientos de rincón. Amar nuestra tierra chica sí. Pero no con una mirada tan miope que hagamos de ella el centro del mundo. Ni lo abierto de las comunicaciones ni las mil variadas maravillas a nuestro alcance permiten centrarse tan apegadamente en lo propio que olvidemos lo humano. También lo humano en pobreza y necesidad. El humanismo verdadero estuvo siempre por la mirada ancha y universal. Lo piden la inteligencia y los lazos estrechos que nos unen a nuestros semejantes. Para los creyentes, los motivos se doblan o se multiplican. Espero que los versos siguientes transmitan esta verdad por sí mismos y sin glosa.

Soy latino y vascón y visigodo y franco,

y no hay quien garantice que no corra en mis venas

sangre judía, mora, el ramalazo

de un aborigen bárbaro, la avaricia y la astucia

de un viejo mercader mediterráneo, ojalá que una gota

de la sabiduría de pueblos muy antiguos.

Humildemente

soy de todas las razas de la tierra.

Me gusta ver el mundo,

ir de acá para allá hablando o chapurreando

unas poquitas lenguas, que, seguro, mi sangre

las habla todos por corriente materna.

Más alzado

a lo humano me he visto

en Pekín y en Sanghai, Los Ángeles, Manhattam,

Budapest o Moscú,

en Londres, en París, en Zagreb, en Florencia,

volando libre, posponiendo, olvidando

diminutas querencias y por derecho yendo

a la primera condición de los iguales.

Todos los hombres llevan

su marca de un origen limitado. O ilimitado, si reparan

en el misterio del primer origen

y en la fragilidad abierta de unos brazos

en los que el Todo del deseo cabe.

Latinus sum, latine loqui possum.

Leí de joven a Virgilio, Horacio, Ovidio,

Cicerón, Séneca

y algún verso famoso de Catulo...

Ellenikós eimí. Homero,

Esquilo, Sófocles, Eurípides

en la noche de Atenas

conmovieron el fondo de mi sangre.

Hamlet, Otelo, Macbeth

me son tan familiares

como don Juan o Segismundo.

Montaigne, Moliere, el Dante, Goethe, etc., etc...

andan entre mis libros

como autor por su casa,

se tratan y avecinan

con Li (Tai) Po y otros poetas

de la dinastía Tang.

Tengo con África

una deuda difícil de saldar,

pero confesaré que encuentro como míos

los hijos de esas tierras

que llegan a mi casa o a mi calle.

Y bien, nere anai, txapela kendu,

dejamos el rincón

y vamos a cabeza descubierta

a ver la frente alzada de los hombres del mundo,

que todos los países, tan acercados, juntos,

son el suelo y cobijo deslumbrantes

de nuestra gran aldea.

(2012).

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