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"Colaborar con Manos Unidas es como atravesar una puerta santa, cruzar del egoísmo a la fraternidad"
Estimadas y estimados, no es necesario ser un gran experto en economía para darse cuenta de una gran paradoja que lleva muchos años existiendo. Los indicadores económicos, a pesar de las crisis, siempre muestran un crecimiento económico continuo. Crece el «Producto Interior Bruto» de los estados, los bancos y las multinacionales acumulan grandes beneficios, los adelantos tecnológicos no se detienen... Y sin embargo cada vez hay más personas y más países que se alejan del bienestar que todos deseamos. El Tercer Mundo no consigue resolver los problemas endémicos de hambre, salud y educación, y en los países desarrollados se agravan los desequilibrios que llevan a sectores importantes de la población a vivir situaciones muy inseguras en cuanto a la vivienda, al trabajo e incluso a la alimentación.
El aumento de los desequilibrios se encuentra seguramente en la raíz del clima de violencia que se extiende por gran parte del planeta, mientras que en los países desarrollados estamos asistiendo con cierta perplejidad a una notable crisis demográfica, que requiere migrantes de otros países para hacer los trabajos que nosotros ya no queremos hacer. Y mientras tanto, ¿por qué tantas personas se ven obligadas a migrar, arriesgando sus propias vidas? ¿No haríamos nosotros lo mismo si nos encontráramos en su situación?
En el Antiguo Testamento los años jubilares eran tiempos cíclicos de reparación de las heridas y de restauración de la armonía que Dios había inscrito en el mundo en el momento de la creación. Era tiempo de dejar descansar la tierra, condonar las deudas y liberar a los esclavos.
El sistema económico vigente en nuestro mundo no es compatible con la institución del jubileo. Su objetivo es conseguir el máximo beneficio a toda costa. Si pretendes desviarte de este paradigma estás perdido, la competencia salvaje te barrerá. De ahí viene la ya famosa sentencia del papa Francisco: «Esta economía mata».
Ya hace tiempo que se ha puesto en marcha un nuevo movimiento denominado «Economía de Francisco», en recuerdo del santo de Asís, que procura desarrollar un nuevo sistema económico más humano, que no busque el máximo beneficio de las corporaciones sino el mayor bienestar de las personas y de las sociedades, que no profundice los desequilibrios y las injusticias, sino que incluya a todos y no deje a nadie atrás. En pocas palabras, que busque el bien común, que es lo que atañe a toda la humanidad sin excepciones.
La institución eclesial de «Manos Unidas» lleva ya muchos años trabajando en esta línea. Cada uno de sus proyectos de desarrollo es una apuesta por la verdadera prosperidad de la humanidad, muy diferente del enriquecimiento ilimitado de unos pocos. Colaborar con «Manos Unidas» es como atravesar una puerta santa que nos hace pasar del egoísmo a la fraternidad, de la competencia a la cooperación, del capitalismo enloquecido a una economía con rostro humano. Colaborar con «Manos Unidas» es revivir la parábola evangélica del Buen Samaritano.
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