"En Adviento, dejar que la Palabra despierte en nosotros la sed de Cristo"
San Ambrosio, maestro de oración
"Por una comunidad creciente en el amor fraterno, en la solidaridad, en el anuncio"
Estimadas y estimados, «fuisteis hijos, sed también madres» (Serm. 72A,8). En esta frase lapidaria de san Agustín, dirigida a los creyentes de Hipona, se condensa lo que quiero explicitar en la Exhortación que hago pública hoy, con motivo del envío pastoral tendrá lugar este domingo en la Catedral.
Para entender el significado, conviene apreciar cómo, en el cristianismo de los primeros siglos, aplicar el nombre de «Madre» a la Iglesia era muy frecuente, un apelativo entrañable que condensaba una rica visión de la comunidad eclesial. Se contemplaba su maternidad espiritual como algo propio e intrínseco de todo el Pueblo santo de Dios, y no como «un título de prestigio o de autoridad», vinculado a la jerarquía de la Iglesia o a su magisterio, como se explicitará a partir de la Edad Media.
Se contemplaba, pues, una maternidad pastoral que abarcaba todos los aspectos espirituales y evangelizadores de la vida de los creyentes, una actividad de un verdadero engendramiento espiritual. Pues bien, es a esta maternidad pastoral a la cual quiero apelar para recuperar el título de la Iglesia como «Madre» para toda nuestra comunidad diocesana que peregrina en Tarragona, con todas las ventajas y sugerencias pastorales que iremos descubriendo.
Ha sido sobre todo el Papa Francisco quien ha incidido explícitamente en esta designación. Así, en la Exhortación Evangelii gaudium, refiriéndose al Pueblo de Dios como el sujeto colectivo del anuncio del Evangelio, vincula las nociones de «pueblo» y «madre» para hablar de la Iglesia, como lo hizo la primera tradición antigua. Le gustan las imágenes femeninas de la Iglesia: esposa, casa, madre. La Iglesia es «una madre de corazón abierto» (EG 46-49), afirma el Papa. En este punto, resalta la maternidad pastoral de todo el Pueblo de Dios.
La Iglesia es y tiene que ser una madre que abre las puertas de su casa no tan solo para que entren más hijos, sino también porque quienes ya viven en este hogar lo hagan fraternalmente y salgan al encuentro de todos. Así lo afirma también en la Encíclica Fratelli tutti: «La Iglesia es una casa con las puertas abiertas, porque es Madre» (FT 276). También lo expresó en la pasada Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa: «En la Iglesia no sobra nadie [...]. Hay espacio para todos [...]. Todos, todos, todos. Y esta es la Iglesia, la Madre de todos».
En este momento histórico, me ha parecido importante ofreceros una reflexión sobre la dimensión maternal de la Iglesia, tan profundizada por las primeras comunidades cristianas, sobre todo gracias al pensamiento de los Padres de la Iglesia, y que encuentra su cimiento en la revelación bíblica de Dios como Padre y Madre.
Pienso que esta reflexión que, además, se concreta en las Prioridades Pastorales marcadas por el Consejo Pastoral Diocesano, nos puede ser de gran ayuda para acertar en las actitudes básicas que necesitamos cultivar en los diversos ámbitos de las Unidades Pastorales que implementamos a partir de este curso.
Cómo me gustaría ver nuestra comunidad diocesana crecer saludablemente en el amor fraterno, en la solidaridad a favor de los más necesitados, en el anuncio del evangelio. Exhortémonos los unos a los otros a ser responsables y a dar testimonio del don que gratuitamente hemos recibido. El inicio de la «Visita pastoral» puede ser un buen acicate para este cometido.
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