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Crucificados con Cristo: las guerras, el hambre, las pateras

Cruz
  1. silencio y adoración.

Ante el crucificado tal vez lo más humano y cristiano es guardar un silencio interior para contemplar a JesuCristo crucificado. Mirarán al que traspasaron.

Dirijamos a JesuCristo muerto una mirada agradecida y compasiva. Sus heridas nos han curado. (1Pedro, 2,21).

Dios también sufrió, sufre y guardó silencio. Es el misterioso “silencio de Dios”.

Pero Dios no es impasible, Dios padece con y por nosotros.

  1. contemplar la muerte de Jesús.

Muchos vieron la muerte de Jesús en Jerusalén, en el Calvario: autoridades religiosas y políticas, fariseos, zelotas, muchos discípulos, mucha gente del pueblo, soldados... Pero fueron pocos quienes contemplaron al crucificado:

¿Contemplo yo al que transpasaron?

  1. Contemplar a los crucificados de hoy.

Siempre en la historia hay crucificados.

Podríamos contemplar hoy en día a los crucificados por el poder, que son los niños y adultos que mueren de hambre, a los que pasan –y los que no pasan- en las pateras, los que van muriendo en las guerras: Israel-Palestina: Gaza / Rusia-Ucrania, a los drogadictos engañados por el poder del dinero del narcotráfico…

Es muy diferente ver al crucificado, a los crucificados como lo hicieron Pilatos, Herodes, el zelotismo, los fariseos, los sacerdotes, los intereses económico-políticos, etc., a mirar al crucificado y a los crucificados como el publicano pecador, como “Magdalena”, como el buen samaritano, como el buen ladrón, como JesuCristo.

  1. De la cruz desciende perdón, redención, agua y sangre, espíritu.

Humanamente poco puede descender de la cruz. El paredón de ejecución poco puede ofrecer.

La crucifixión de Cristo es redención de los abismos y vacíos más profundos del ser humano: hundimientos personales de todo tipo.

Desde la contemplación del sufrimiento resuenan ecos de perdón: perdónales porque no saben lo que hacen, hoy estarás conmigo en el paraíso.

Contemplar a Cristo crucificado infunde en lo más profundo de nuestro ser una gran paz, perdón, redención y bondad.

Jesús en la cruz, inclinando su cabeza, entregó su Espíritu, nos entregó su espíritu a la humanidad, a la comunidad cristiana representada por María y el Discípulo Amado.

El espíritu de Cristo perdona la culpa nuestros pecados, confiere ánimo a nuestras depresiones.

El Viernes Santo es la redención universal

Cuando nos sentimos vacíos, débiles, pecadores, cansados, mirar al crucificado es fuente de paz y serenidad infinitas. San Pablo dirá quién nos podrá acusar

¿Quién será el que condene, si Cristo Jesús ha muerto, más aún, ha resucitado y está a la derecha de Dios intercediendo por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? (Rom 8).

Contemplemos al que traspasaron

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