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Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán (y de toda nacionalidad) de estas piedras

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  1. Juan Bautista en el desierto.

Juan Bautista es un hombre recio, poco convencional y nada dado a trapicheos y cambalaches. Juan Bautista iba de frente en la vida. Habría hecho una mala carrera político-diplomática.

¡Raza de víboras…!

Juan se presenta en el desierto. El desierto es el lugar entre Egipto y la tierra de promisión: el largo camino -toda la vida- que va de la esclavitud a la libertad. Para Israel es el tiempo del “ya – pero todavía no”: ya hemos salido de Egipto, de la esclavitud, pero no hemos llegado a la tierra de promisión.

La vida es desierto, camino de austeridad donde se vive con lo imprescindible. En el desierto el pueblo se encontró con Dios: el maná, la roca-el agua, la nube que protegía al pueblo. La Palabra de Dios se dirige al pueblo en el desierto. El desierto es lugar donde -caminando- uno se encuentra consigo mismo y con Dios.

En este adviento cabe que nos preguntemos por nuestro estilo de vida, por nuestra austeridad, por nuestro caminar y acontecer. ¿Soy hombre / mujer austero, serio, con criterio dispuesto a acoger la Palabra, la verdad en mi vida?

  1. Juan Bautista presenta ya al mesías:

llamada a la conversión. el reino de los cielos está cerca.

Hermosa tarea la de Juan Bautista: anunciar, presentar a Cristo y con Él, la inminencia del Reino de los cielos, de los tiempos mesiánicos.

Es hermoso anunciar la salvación, la vida está cerca, la paz, la libertad están cerca. En lenguaje popular lo cantaba, lo anunciaba Labordeta:

llegará un día que todos juntos al levantar la vista

veamos un país que diga libertad.

Juan Bautista llama a sus contemporáneos y a nosotros a la conversión, a cambiar algunos criterios y modos de vida

Cada cual sabemos de nuestras propias limitaciones.

Hoy quiero subrayar un aspecto que aparece en el Evangelio y que puede ayudarnos a cambiar nuestra mentalidad, que eso es la conversión, la metanoia. Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de debajo de las piedras

  1. No cuenta la raza, el pedegree, el apellido, ni la simple pertenencia institucional.

La primera mirada que nosotros dirigimos a una persona es por su identidad nacional: este es judío, este otro subsahariano, del Magreb, aquel es latinoamericano o de la Europa del Este. En nuestra mentalidad el ser humano antes que persona es de tal nacionalidad. En cuanto entras en un despacho hemos de presentar enseguida el dni, el pasaporte, los papeles…

Y “documentos de identidad” hay muchos y de muchos tipos:

A esta gente y a esta mentalidad (fariseos, saduceos y gente de la farándula político - eclesiástica) a estos apellidos y pedegree es a quienes Juan Bautista llama: raza de víboras.

El de Juan B es un pensamiento que supera la mera genitalidad y salta a lo personal. Dios es capaz de sacar judíos, vascos, españoles… de debajo de las piedras

Un apellido es la mera confluencia de unos cromosomas que configuran unas personas. Pero eso es cuestión, ley biológica - fisiológica. Dios creador es capaz de sacar nacionalidades de las piedras.

No es la raza, ni la mera pertenencia institucional a “esto o a aquello” lo que cuenta en orden a una vida humana y personal y salvífica, ni a la vida del Reino de Dios.

Jesús nos lo dejó bien claro: Todos vosotros sois hermanos, (Mt 23,8).

San Pablo llevará adelante este pensamiento cuando escribe en la carta a los Gálatas: ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre no mujer: todos sois iguales ante Dios.

Juan Bta, Jesús y el cristiano ven y miran a los seres humanos como personas y todos hijos de Dios por encima de las nacionalidades.

Seguramente que muchas cosas cambiarían en la vida socio-política y eclesial si viésemos en los seres humanos personas y no solamente cromosomas y pasaportes…

  1. Hacia el salvador

Estamos en pleno Adviento, tiempo de esperanza y salvación.

No nos salva el apellido, ni la pertenencia a una nación, ni la etiqueta eclesiástica, sino la acogida del anuncio salvífico.

Que el Señor nos bautice en su espíritu.

convertíos porque está cerca el reino de los cielos

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