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Inclinando la cabeza entregó su ESPÍRITU a la iglesia naciente: la madre y el Discípulo Amado

"¿Quién nos separará del amor de Cristo?"

La madre y el discípulo amado
CRUZ

Inclinando la cabeza, entregó el espíritu. (Jn 19,30)

Al pie de la cruz de Jesús estaban su madre, algunas mujeres y el Discípulo Amado. Es la comunidad cristiana naciente, la iglesia.

Jesús inclinando la cabeza entregó su espíritu, que no es entregar el alma a Dios, sino que Jesús entrega su Espíritu a la comunidad cristiana.

Podemos pensar que Pentecostés en la tradición de S Juan acontece a la muerte de Jesús en la cruz, al pie de la cruz. Jesús nos entrega su aliento vital, su espíritu.

Es el mismo Espíritu Santo, espíritu bueno por el que nació de María. Es el mismo Espíritu que le impulsó al desierto de la vida a vencer las fuerzas del mal. El mismo Espíritu que le envió a la misión para sanar, curar, liberar: El Espíritu está sobre mí, (Lc 4). El mismo Espíritu en el que hay que adorar a Dios como le dijo a la mujer samaritana, (Jn 4): no en templos de piedra: Garizin o Jerusalén, sino en Espíritu y verdad. El mismo Espíritu presente en las bodas de Caná (Jn 2). El pueblo se había quedado sin vino, sin amor, solamente tenían agua y piedra (tinajas): las leyes de las piedras del Sinaí. Normas y ritos. Jesús transmite a su pueblo un nuevo vino de amor, un nuevo Espíritu. Agua (bautismo: nueva vida) y sangre (amor y redención)

A la muerte de Jesús, de su costado brota agua y sangre, podemos ver el mismo simbolismo de las bodas de Caná: Jesús inclinando la cabeza, nos entrega su Espíritu.

¿Quién será el que condene, si Cristo Jesús ha muerto, más aún, ha resucitado y está a la derecha de Dios intercediendo por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? (Rom 8).

Contemplemos al que traspasaron.

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