"Este tiempo de adviento es encontrarnos con Jesús que es la Verdad"
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"Allanemos nuestro camino en la verdad, enderezando siempre lo necesario"
No hay ruta más segura que desplazarse desde Jesús en cada paso.
Se hace necesario distinguir su voz en medio de los ruidos del tiempo que vivimos.
El es la verdad donde el camino encuentra esa gran luz, como sucede a Pablo en su camino a Damasco, revolucionando su fe, sus prácticas y sus convicciones.
Solo en la verdad podremos encontrar esa conversión necesaria a la que nos invita este tiempo de adviento.
Queremos la vida como un don, pero nuestra mayor felicidad es saber y poder vivir este don, de ahí que el camino a recorrer tiene que ser iluminado desde una verdad que pueda quitar lo engañoso que encontramos en el camino.
Jesús se nos presenta en estos aspectos trascendentes: El es el camino, la verdad y la vida.
En la verdad del camino para tener vida plena, hay que enderezar lo torcido, allanar para no sucumbir ni caer al precipicio.
Allanar para saber que el horizonte es claro y totalmente confiable, sin extrañases que nos arriesguen equivocadamente.
Caminar con actitud humilde en esa verdad que nos invita a tomar consciencia de purificar, limpiar, corregir aquello que inquieta y perturba alma y espíritu.
Esa paz a la que nos prepara este adviento, hay que buscarla en lo que hoy nos invita, en este segundo domingo de adviento, tanto el profeta Isaías como el Evangelista Marcos.
En este enderezar el camino nos encontramos por el lado de Jesús con una misericordia sin límites que nos invita a acercarnos con la disposición firme y actitud humilde de nuestra parte.
Una misericordia, que invita, desde un amor que quiere que la verdad brille, con la garantía de un perdón que permita tomar un camino que se endereza, que se allana.
Y como nos recuerda ya Pedro en su carta, en la segunda lectura, vivir con entrega y santidad ya desde ahora, para que cuando pase la temporalidad de este cielo y tierra y aparezcan los nuevos cielos y la nueva tierra, podamos encontrarnos en plenitud con Cristo.
Solo en esa entrega y santidad, a la manera de Cristo, viviremos en la dicha interior y en una mirada llena de luz en la fe de cada día.
Con entrega hacerlo todo, entendiendo que la recompensa siempre está en las manos del Señor, con una paciencia que sabe esperar, porque confía en la promesa de quien es la palabra y viene a nosotros y, cuya palabra siempre se cumple.
En santidad, que mejor para nuestro mundo que la fragancia de la santidad que imprime armonía a cualquier espacio de la vida de encuentro entre los hombres.
Esa presencia cristiana en el Mundo es la que evangeliza como sal en la tierra.
Ahí donde la libertad nos permite estar y compartir con otros, nuestras almas irradian esa santidad que viene desde el mismo Cristo , de quien nos alimentamos de diversas maneras.
Nuestra presencia en santidad ya es una fragancia que las almas perciben y reconocen y quieren estar compartiendo la vida que la misma santidad comunica.
Una santidad encarnada, en la naturalidad de los días, pero con la distinción de que camina en la verdad y en el bien del amor, que permite exhalar esa santidad propia que da el espíritu de Dios a las almas ungidas.
Allanemos nuestro camino en la verdad, enderezando siempre lo necesario para que vivamos con entrega y santidad.
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