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"Hay que levantar la mirada y pedir el auxilio de Jesús cuando vemos que nos podemos hundir"
Este domingo 19 de tiempo ordinario nos ofrece una ocasión propicia para meditar en nuestro caminar con Jesús.
El discípulo tiene que saber reconocer en medio de la prueba y la tormenta, aún cuando se encuentre en su espacio familiar de la barca y el mar, a Jesus que viene hacia él.
Cuántas veces nuestro espacio personal y familiar, que sabemos conocer, conducir y manejar, se ve zarandeando por fuerzas que están más allá de nosotros.
Es en la oración donde podemos encontrar a ese Jesús que fortalece nuestro interior con una serenidad consoladora que nos hace distinguir los efectos desestabilizadores o destructores del fuego, la tormenta o el terremoto, como lo experimenta Elías en el Horeb y nos relata el primer libro de los reyes.
Jesús, según el evangelio de Mateo, sube a la barca, calma el viento y, esa barca que experimentó la fragilidad y provocó miedo sigue su curso con Jesús hasta la otra orilla para seguir teniendo esa experiencia salvadora y de vida que Jesús comunica a sus discípulos.
Hay que pasar por esos momentos que ponen a prueba nuestra fragilidad para conocer nuestros miedos, valentías y riesgos. Pedro dice: si eres tu, concédeme caminar sobre las aguas para llegar a ti.
La valentía de arriesgarse con Jesús hacia donde él se hace presente, aun cuando las aguas están violentadas por el viento y saber tener la confianza en Jesús, aún cuando seamos golpeados en una prueba que nos puede hacer titubear.
Estamos llamados a tener confianza en Dios, que como en Elias se comunica en una brisa suave que nos transmite serenidad.
Esa gracia interior que Pedro puede sentir al empezar a caminar sobre las aguas, es en la que hay que mantenerse para cruzar y superar la prueba de la tormenta, del ruido y terremoto que puede hacer sucumbir y perderse.
Hay que levantar la mirada y pedir el auxilio de Jesús cuando vemos que nos podemos hundir, atrevernos a decir: sálvame Señor que me hundo.
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