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"El huérfano, la viuda, el desamparado, viven de la riqueza de la caridad"
En este domingo 30 del tiempo ordinario, la liturgia de la palabra nos invita a compadecernos siempre de quien sufre y pasa necesidad.
El huérfano, la viuda, el desamparado, viven de la riqueza de caridad que les puede brindar el hermano(a) que se compadece y sabe ayudar.
El amor es luz de esperanza ante un mundo que parece cada vez más sucumbir ante la guerra, los odios, los desastres naturales.
Solo el amor nos conduce para vivir en comunidad de ser una familia, una sociedad sensible y comprometida.
La comunidad de Tesalónica a la que se dirige el apóstol Pablo, se distingue en hacer el bien, amando.
Nuestra indiferencia ante el sufrimiento del otro es un pecado porque nos aleja de la vida del amor.
No se nos debe olvidar la regla de vida que debemos practicar como cristianos: tratar al prójimo como nosotros queremos ser tratados.
No sabemos lo que la vida nos deparará el día de mañana y, por eso, tenemos que ver quién sufre, quien llora, quien se ha quedado desprotegido.
Solo el amor salva a quien ha quedado desprotegido.
Miremos a nuestro alrededor y detengamos ante quien está desprotegido para poder ayudarle.
Hoy hay muchos lugares donde se sufre la desprotección y ahí debemos hacernos presentes para tender una mano.
La primera lectura del éxodo y el evangelio de Mateo nos invitan a hacernos presentes desde el amor ahí donde hace falta la vida que hace posible el amor.
El amor se traduce en las diferentes formas de bien y de vida. El amor da esa luz de esperanza.
El amor sabe traducir las palabras, gestos y signos que alivian el sufrimiento y la necesidad.
Tenemos que penetrar en la riqueza de formas que tiene el amor para hacer creíble la palabra que se comunica entre los seres humanos que se dicen amar.
Así lo ha hecho la comunidad de Tesalónica a la que el apóstol Pablo se dirige, recordándoles cómo se distinguen en hacer el bien, en acogerlo a Él en la caridad y, como son modelo de vida en la fe.
Estamos llamados amar a Dios sobre todas los cosas, ya que él es el principio de todo cuanto existe, él siempre nos socorre, se compadece de nosotros y nos tiende la mano.
Nuestra existencia pasará siempre por esta evaluación que hace el amor.
Un mundo que sufre y pasa necesidad nos pone la ocasión propicia para ejercer caridad.
Dios no quiere que nos vayamos de este mundo con las manos vacías de caridad!
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