"Ser comunidad que acoge"
Conforme al espíritu de Cristo Jesús, Dios les conceda vivir en perfecta armonía unos con otros
"Que importante es entender que nuestra vida es gracia, es regalo, es don"
Entender que tenemos un mismo origen de vida, sea como pueblo de Dios que se origina en Abraham como en Jesucristo por quien somos redimidos sin reservas y en abundancia de gracia.
Ya lo dice hoy la segunda lectura de la carta a Timoteo de Pablo: la gracia de nuestro Señor se desbordo sobre mí.
Que importante es entender que nuestra vida es gracia, es regalo, es don. Por eso la mejor correspondencia es la acción de gracias continua, porque se comunica la vida en gratuidad, porque detrás de esta vida ésta el amor.
Dios nuestro Padre todo lo mueve en amor en su Hijo. Quién de nosotros no se alegra cuando recibe un regalo y, sobre todo, un regalo que lo hace sentir pleno.
Dios es así, siempre generoso. Así lo vemos en las tres lecturas de este domingo 24 del tiempo ordinario. Por un lado, Moisés en la primera lectura del Éxodo, ante la actitud de un pueblo impaciente que se desvía en la adoración del becerro de oro apartándose de Dios, porque es un pueblo de cabeza dura, ignorante, que no entiende los caminos y las formas de Dios.
Ya lo dice el mismo Pablo en la segunda lectura a Timoteo: actúe por ignorancia. El mismo Jesús dirá de sus hermanos que lo están crucificando: Padre perdónalos porque no saben lo que hacen.
El verdadero profeta intercede por los hermanos para que se salven, aunque haya que corregir y conducir en la verdad, para que no se desvíen; pero salva, no excluye, no juzga y no condena.
El tener un mismo origen de vida, que nos hace hermanos, nos invita a ver siempre el rostro del Padre y, verlo desde tres figuras: Jesús, Moisés y Pablo.
Jesús, el Hijo obediente, que en todo busca hacer lo que el Padre le pide y, que es la misma voz y palabra del Padre; Él nos enseña a ser y tratarnos siempre como hermanos.
Jesús no deja las cosas sin cambiar, sino al contrario, nos invita desde su mirada, a tener también nosotros una mirada de compasión a nuestros hermanos.
Qué fácil es juzgar, excluir a los otros, de los que nos sentimos distantes alejados por cuestiones morales, religiosas, económicas, de cultura. Que duro es en nuestras relaciones esta inclinación muy humana de menospreciar a los demás, como hacen escribas y fariseos hacia publicanos y pecadores que se acercan a Jesús.
Hoy Jesús nos pone varios ejemplos, desde la oveja y la moneda perdida hasta el hijo menor que se extravía, distanciándose de la casa del Padre. En el fondo para hacernos ver que si tenemos un mismo origen en Dios que es Padre de todos, tenemos que tener siempre abiertas las puertas de la fraternidad. El Padre siempre tendrá la puerta abierta a los hijos, por eso Jesús es la puerta que puede dar acceso a sus hermanos que lo han confesado y reconocido como el Hijo Unigénito del Padre.
Jesús nos lleva al Padre, en Él somos hermanos.
De igual manera Moisés se pondrá a abogar por sus hermanos hebreos, quienes se han equivocado y, Él que tiene el absoluto beneplácito de Dios, sabe orar por sus hermanos, como ya lo hace con Aarón y María, sus hermanos.
Por eso nuestra primer escuela de fraternidad es la familia, pero hoy ante la escasez de los hijos en las familias ¿cómo podremos aprender el arte de saber ser hermanos, en una sociedad que en su esencia está formada por seres humanos, que comparten las mismas realidades? por eso todos necesitamos en diferentes momentos del sacerdote, médico, maestro. Abogado, jardinero, albañil.
Nuestra misma realidad nos hace ver que nos necesitamos unos y otros. Pero la actitud de exclusión ya marca una conducción de empobrecimiento y de reducción en nuestras posibilidades mayores.
Ciertamente tenemos que caminar con paciencia en nuestras relaciones humanas, como ya Dios nos muestra su paciencia a nosotros que somos sus hijos.
¿Cuáles son nuestras escuelas de fraternidad? Tenemos muchos espacios familiares y públicos para ejercitar la fraternidad: nuestro hogar, el deporte, la escuela, la iglesia, el trabajo.
Dios nos quiere como su pueblo, como su familia, donde lo más importante es ir caminando en comunión, aunque muchas veces nos resulte muy difícil. Tenemos el rostro del amor que se revela con las posibilidades de cada uno para hacer posible esta fraternidad de comunión.
De ahí que san Pablo al ser el apóstol de los gentiles, entenderá que si él por pura gracia ha sido escogido para ser apóstol, sin haber sido de los que estuvo con Jesús como Pedro y los demás apóstoles, entenderá que su misión será también en pura gracia hacia los gentiles, quienes también son hijos de Dios.
Es decir, tenemos que entender que nuestra vida, dentro de tareas, trabajos y responsabilidades, es gracia que nos lleva a acercarnos a la casa del Padre y, atrevernos a entrar a la casa, porque nuestro Padre Dios es el que dispone de toda la casa; como pasa en nuestras casas: nuestros padres son los que disponen de esos espacios para que los diversos hijos puedan ahí encontrarse y convivir. Siempre tenemos que ir generando hogares que nos faciliten la vida de hermanos, esa es la dinámica de la vida humana y de la creación como misterio profundo que se revela.
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