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"Dios es la garantía de quienes dan con amor y desprendimiento a los otros"
La verdadera caridad es cuando compartimos desde el amor nuestra vida en sus diferentes formas para darle vida al otro. La vida que uno tiene se comparte con el otro para que esa vida sostenga la vida del otro.
Así, al recorrer y meditar en la vida de nuestro Señor Jesucristo y sus enseñanzas, vemos por ejemplo varios pasajes que nos iluminan:
Cuando Jesús les pide a los discípulos darles de comer a la muchedumbre, ellos responden que sólo tienen unos panes y pescados pero ¿qué es eso para tanta gente? Jesús les dice que se le pongan en sus manos esos panes y pescados (es decir hay que confiar en Él) y ellos se los llevan, Jesús bendice eso y alcanza para todos y sobra mucho más.
En el evangelio de Mateo 25 que nos relata la segunda venida del Hijo del Hombre para juzgar a todos y tomar posesión del Reino preparado, dice: …cuando lo hicisteis con uno de estos mis pequeños conmigo lo hiciste…
Por eso Jesús nos dice: no hay amor más grande que el que da la vida… Jesús da su vida en la cruz para que nosotros tengamos vida.
Él siempre se nos está dando diariamente en la eucaristía para que tengamos vida
Preguntémonos ¿cómo damos la vida nosotros por amor después de vivir cada eucaristía?
En la liturgia de la palabra de este domingo 32 del tiempo ordinario aparecen en escena las viudas:
En La primera lectura del libro de los Reyes aparece esa viuda pobre con su hijo que sólo tiene un poco de harina y aceite, creyendo que eso último que tiene para vivir una vez consumido morirá, pero al llegarle la visita del profeta Elías y pedirle que primero le prepare un pan a él y le de agua; el profeta le dice que alcanzará el pan para ella y su hijo y no le faltará el pan.
Esta viuda lo cree, confía y así lo hace, aunque no sea fácil desprenderse en esas condiciones, pero las cosas con Dios así funcionan. Es decir, compartir con amor la vida nuestra con el otro que necesita vivir y seguir su camino. En estos escenarios se muestra siempre Dios, porque Él es la vida, todo lo sostiene y todo lo hace crecer.
Los que dan lo que les sobra no experimentan esta profundidad de vida que si experimentan los que se privan de algo para compartir su vida porque están generando vida auténtica.
El mejor ejemplo de desprendimiento está en la figura de la viuda, quien se ha quedado sin su marido que le proveía, le sostenía y aún en esas circunstancias es capaz de desprenderse de las dos monedas, que era lo que tenía para vivir, como nos recuerda el evangelio de Marcos de este domingo. Podemos estar seguros que a esta viuda pobre nunca le faltó para vivir porque Dios es la garantía de quienes dan con amor y desprendimiento a los otros para que tengan vida.
De ahí que las palabras de Jesús sean duras en el evangelio de Marcos contra los escribas: cuidado con los escribas que se echan sobre los bienes de las viudas. ¡Qué dura es esta imagen! los escribas no tienen compasión y quitan lo que tienen para vivir a las viudas, dejando más desamparada a quienes deberían amparar y proteger.
Entendemos así, porque en los hechos de los apóstoles se nos refiere cómo los apóstoles se preocupan de atender y proveer a las viudas.
¿Queremos la bendición como vida permanente que no tiene fin? Compartamos desde el amor dando vida en sus diferentes formas donde la caridad nos reclama, grita, suplica, insiste en que se tienda la mano y levante. Ahí la vida de Jesús siempre será nuestra luz porque nos ilumina en la forma de compartir vida con amor.
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