En la vida futura, los que sean considerados dignos de ella y de la resurrección de los muertos
Dedicación de la Basílica de Letrán, “Madre y Cabeza de todas las iglesias de Roma y del mundo”
"Nuestra vida está en las manos de Dios, Él es origen y término en el que la vida permanece para siempre"
"Sabemos, los que hemos recibido el don de la fe, que esta misma fe es la puerta a las manifestaciones del espíritu de vida de Dios"
En este domingo 32 del tiempo ordinario, después de haber celebrado el domingo a anterior a nuestros difuntos, hoy nos adentramos al tema de la vida futura.
Nuestra vida está en las manos de Dios, Él es origen y término en el que la vida permanece para siempre.
Recibir el don de la vida, es encaminarnos en libertad para vivir con fe, siguiendo el ejemplo de quienes nos han testimoniado la fe en el Dios vivo.
No todos aceptan la fe
Hoy san Pablo, en la segunda lectura a los Tesalonicenses nos recuerda que no todos aceptan la fe y en esa realidad debemos caminar ante aquellos que pueden cuestionar nuestra fe de maneras diferentes.
En el mundo de hoy, claro que seremos muy cuestionados por diferentes corrientes de pensamiento y estilos de vida.
Sabemos, los que hemos recibido el don de la fe, que esta misma fe es la puerta a las manifestaciones del espíritu de vida de Dios, lo cual nos alcanza un conocimiento muy peculiar y distintivo que nos hace creer en esa vida futura, de la cual nos hace referencia Jesús en el evangelio de Lucas
Ya lo dirá el mismo Simón Pedro: Señor: ¿ a quien iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el hijo de Dios.
El conocimiento de Dios por la fe recibida
Abraham, los patriarcas, los apóstoles, la virgen María, san José, los santos experimentan la presencia viva de Dios en sus diferentes manifestaciones para dar testimonio de una experiencia del Dios vivo que los hace caminar en la realidad de la revelación divina en sus diferentes tiempos.
Este conocimiento de Dios es el que nos comparten para que también nosotros podamos fortalecernos en la fe.
De ahí la extrañeza de Antíoco Epífanes en la primera lectura del libro de los Macabeos, donde los siete hermanos se mantienen firmes en la fidelidad a Dios, creyendo en la vida más allá de la muerte temporal.
La Resurrección, una vida en Dios como sus hijos de forma definitiva, parecida a los ángeles de Dios
Dios da la vida eterna a los que Él quiere y elige.
Jesús por eso afirma, me voy a prepararles una morada a donde yo voy, y añade en la crucifixión, diciendo al buen ladrón: hoy estarás conmigo en el paraíso.
En las tres lecturas de hoy vemos la referencia a los Saduceos que no creen en la resurrección, a Antíoco Epífanes que quiere someter a los hermanos Macabeos por encima de sus libertades y creencias, san Pablo nos dirá que hay hombres malvados que se opondrán al camino cristiano y a la propagación de la palabra, y que el mismo maligno estará al acecho para complicar la vida en Cristo y en el bien que debemos vivir.
Conscientes de los retos que siempre ha tenido el camino de la fe, hoy no nos debe extrañar los retos y obstáculos de la vida moderna a los que nos vemos movidos a enfrentar y relacionarnos.
Estamos llamados a vivir una fe abierta a las manifestaciones del Espíritu Santo que nos permitan un conocimiento tal, que nos haga fuertes para superar los obstáculos y no dejarnos atrapar por los engaños de quienes cuestionan una fe vivida en la comunión del espíritu de Dios y del verdadero amor a los hermanos.
Dedicación de la Basílica de Letrán
En este domingo 9 de noviembre al celebrar la consagración de la Basílica de Letrán, “Madre y Cabeza de todas las iglesias de Roma y del mundo”, oramos agradecidos por el espíritu de la comunión que se renueva en esta fiesta, en los signos del amor y de la unidad con la Cátedra de San Pedro.
En el evangelio de Juan, Jesús revela su celo por la Casa del Padre, quitando todo aquello que no hace posible que la Casa del Padre se viva como un espacio de oración.
La revelación que Jesús nos hace en su persona, al ser el Ungido por el Espíritu Santo y comunicarnos toda la belleza del Padre, cuando dice: el que me ve a mi ve al Padre.
En esta buena nueva, de que somos templos vivos de Dios, como ya san Pablo en la segunda lectura de la carta a los Corintios nos recuerda, vemos el lenguaje de Jesús de poder ver la presencia de Dios en Él, como el enviado y el Ungido por el Padre.
Así en la Transfiguración de Jesús vemos una revelación única, que nos ayuda entender como Jesús resplandece en su rostro y vestiduras, hablando con Moisés y Elías, y en cuya manifestación divina se escucha la voz del Padre que dice: este es mi Hijo, escúchenlo.
Esta revelación en la Transfiguración de Jesús nos ayuda a entender esta gracia de la que somos partícipes cada uno de los bautizados, recibiendo la vida misma vida divina con los dones del Espíritu Santo.
Dios mismo quiere hacerse ver, sentir a través de los bautizados, una vocación que nos debe a animar a ser comunicación de esta belleza de Dios.
Como nos recordará el profeta Ezequiel en la primera lectura: el agua que brota del templo, que sale rumbo al Arabá y saneará el mar de aguas saladas para que brote la vida y ésta sea abundante y próspera.
Por eso, que importante es dejarnos conducir en la vida del espíritu, en su sabiduría, quitar los ruidos propios de las idolatrías, donde seamos capaces del recogimiento interior para ver como Dios se manifiesta y quiere que nos conduzcamos en Él, para hacer posible que la vida prospere.