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Necesitamos un corazón que sepa latir en misericordia
“Busca la paz y corre tras ella”
¡El perdón o es perdón sin reclamos, ni reconoces, ni venganzas o no es perdón!
El perdón verdadero restablece siempre la paz del espíritu que hace transitar con confianza la reconciliación entre las personas.
Lo que se rompe o se fractura en nuestras relaciones cuando hay ofensas y agravios es la paz.
Jesucristo ha venido a traernos esa paz que es fruto de una verdadera reconciliación en el amor.
Este domingo 24 del tiempo ordinario la liturgia de la palabra nos lleva a considerar lo importante del perdón para lograr la corrección y la reconciliación de cada uno con los demás.
A Dios nos dirigimos continuamente, pidiéndole, que tenga compasión de nosotros, que nos perdone todas nuestras ofensas, pero humanamente, a muchos nos cuesta mucho perdonar a nuestro prójimo.
Muchos de nosotros no tenemos una experiencia profunda de la paz que da Dios y, que él nos quiere dar, simplemente porque no hemos quitado de nuestro corazón muchos rencores, sinsabores que siguen haciendo pesada nuestra alma.
Nuestras personas, cada una, experimentamos de diferentes maneras muchas limitaciones y errores. Nuestro caminar es hacia una madurez que nos dé la posibilidad de la armonía y de la paz.
Cuando el rencor nos domina, simplemente, nos estamos privando de aprovechar cada uno de los momentos que la vida nos regala.
Si pensáramos simplemente: que puedo agradecer a Dios, a la vida, a cada persona (aun cuando pueda tener muchas diferencias con esa persona), las cosas buenas que se manifiestan en ellas, creo que ese pensamiento de agradecer nos puede ayudar a no ser tan egoístas, pensando que los demás deben estar a mi disposición y adecuarse a mi manera de ser.
Se nos olvida muchas veces pensar en considerar la historia de cada persona. Con qué limitaciones y posibilidades ha vivido en la vida.
Si escucháramos a cada persona en su historia de vida, su pensar, sus sentimientos , nos darían la posibilidad de comprender a cada uno y ser en ese sentido, más compasivos.
Que nos duela el dolor de cada persona, sus limitaciones, sus errores, sus sufrimientos, abre la posibilidad a la misericordia.
Nuestra humanidad necesita de misericordia de Dios y de los hermanos. Por esta razón, debemos entender que los demás necesitan de la misericordia que yo les puedo manifestar.
Establecer relaciones en misericordia, con la esperanza de que nuestros ambientes de vida los acompañemos con la paciencia del amor, que como un padre con su hijo, espera con amor que el hijo vaya logrando crecer y madurar cada día!
Nuestras relaciones en comunidad deben tener un corazón que sepa latir en misericordia, que sea capaz, este corazón, de perdonar hasta 70 veces siete.
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