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"El criterio del amor es el que ilumina y nos da vida"
La presencia de Dios es viva en su espíritu en aquellos en los que Dios quiere hacer su morada. Estos aman a Dios y son dóciles a su palabra.
La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles nos recuerda cómo los apóstoles y presbíteros junto con toda la comunidad cristiana, proceden para conducir en una vida de fe a las comunidades de Antioquía, Siria y Cilicia y superar unas enseñanzas y costumbres que ya no tiene vigencia ni razón de ser en la vida de los cristianos que vienen del paganismo, no imponiendo más cargas que las estrictamente necesarias, viviendo en sana libertad la fe cristiana.
Cristo es la luz que ilumina y conduce, como nos recuerda la segunda lectura del libro del Apocalipsis. El está al centro de la Jerusalén celestial junto con el Padre para iluminar con el resplandor de su gloria sin necesidad de sol ni de la luna.
Por eso, el criterio del amor es el que ilumina y nos da vida para conducirnos dócilmente, en una presencia viva del espíritu santo, donde vamos buscando actuar la voluntad de Dios, disponiéndonos como servidores en la escucha dócil de la palabra de Jesús y haciéndola vida y, que permite en la iglesia vivir en una comunión de fe, como nos recuerdan los textos de los Hechos de los Apóstoles, Apocalipsis y Juan.
Nunca se nos debe olvidar de que solo servimos desde una escucha de la palabra de Jesús, que es palabra del Padre y, que el Espíritu Santo nos recuerda e inspira a través de una presencia viva del espíritu de Dios que nos llena de Él, con una paz que nos hace descubrir que es el espíritu de Dios vivo en nosotros.
Por eso la alegría que el amor hace brotar en nosotros, como enamorados, porque se siente la belleza de Dios y la belleza de los hermanos en el amor, nos permite gozar al compartir nuestra fe, nuestra experiencia de vida, aquello que adquirimos en la vida y se puede compartir para enriquecer y dar vida a los demás, como los panes y pescados compartidos en la multiplicación de los panes, como la casa de Martha, María y Lázaro que reciben frecuentemente a Jesús.
El amor da una gran alegría y nos conduce en un camino de libertad, llevándonos en un servicio para ser plenos, haciendo sólo lo que nos toca hacer en el tiempo y, dejando el espacio y tiempo a los demás que también deben testimoniar su amor y fe en el servicio.
Debemos pensar más en el servicio que pensar en puestos y control de poder, es decir, debemos ser más libres desde el servicio, con un amor que nos trae paz.
El amor en el servicio nos ubica para no sentirnos dueños ni controladores de lo que Dios quiere hacer en su iglesia o comunidad de hijos que viven una misma fe.
El amor ilumina el servicio desde una apertura a la escucha de la palabra de Jesús, que es palabra del Padre, encontrándonos en una experiencia de paz, que es presencia viva del espíritu de Dios en nosotros y que nos va confirmando en la voluntad de Dios, haciendo camino de vida en la verdad que ilumina y nos lleva a la plenitud.
Por eso no debemos tener miedo ni acobardarnos, porque la presencia de paz, que es presencia viva del espíritu de Dios en nosotros, nos inspira la absoluta confianza de que Dios sigue con nosotros de una forma viva a través del Espíritu Santo.
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