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Comentario al Evangelio del IV Domingo de Adviento
En su reflexión semanal, el obispo de San Isidro, Mons. Ojea, ha iniciado sus palabras diciendo que “en este cuarto domingo de Adviento, la Iglesia quiere ponerse junto a María, quiere ponerse junto a su corazón y pedirle poder esperar al Niño como lo esperó ella; seguramente soñando un destino grande para con su hijo”.
A partir de ahí, el obispo cuestionó: “¿Qué madre pobre no sueña un destino grande para su hijo?”, afirmando que “María es una madre pobre, es una madre que el Evangelio nos la va a presentar al mismo tiempo que se entera de la obra de Dios en ella, y ya no pierde tiempo, no se repliega sobre sí misma, no se concentra en sí misma”.
Para Ojea, “María ha aceptado el proyecto de Dios para su vida. Entonces se lanza rápidamente, sin demora, ‘apresuradamente’, dice el evangelio, dejando todos sus problemas en las manos de Dios. Y, ciertamente que eran inmensos problemas: su ubicación social, cómo explicaba que va a tener un hijo, su relación con José, la relación con sus padres, con su entorno, el riesgo de vida que corría una adúltera en aquel tiempo”.
Y, sin embargo, enfatizó el obispo de San Isidro: “ella se lanza, ha aceptado el plan de Dios y siente el llamado de ayudar a su prima anciana que va a tener un hijo”. Según Ojea, “cuando hay fe, cuando hay fe verdadera, cómo nos salen más fácil las palabras, el estar al lado de alguien que necesita”. Pensemos, dijo el obispo, “cuántas personas necesitan de nosotros. Y a veces las palabras las pone el Señor, no tenemos que preocuparnos, pero por estar tan metidos dentro de nosotros mismos, muchas veces no vemos, no miramos, no trascendemos”. Por eso, “este lenguaje de la Virgen e Isabel, este entendimiento inmediato entre las dos está producido porque las dos tienen fe”.
Finalmente, pidió “que el Señor nos conceda en esta espera del Salvador ponernos al lado de ella. Ella es la imagen de la Iglesia misionera, ella lleva a Jesús, ella apenas lo acepta en su corazón y en su seno, tiene que llevarlo. La imagen de la Iglesia que camina”. Desde ahí animó a pedirle a ella “la esperanza, la esperanza de una madre que quiere el mejor destino para su hijo y al mismo tiempo esa caridad que hace que una vez que se reciba el Señor se lance a comunicarlo, a transmitirlo reflejado en cada hermano, en cada hermana”. Ojea deseó “muy feliz Navidad, que podamos preparar en este tiempo un corazón esperanzado”.
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