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Comentario al Evangelio del 13º Domingo del Tiempo Ordinario
En el décimo tercero domingo del Tiempo Ordinario, el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Mons. Oscar Ojea, inició su reflexión diciendo que “el evangelista San Marcos destaca continuamente a Jesús en medio de una multitud”, recordando que “en este texto, de este domingo, la palabra multitud aparece cinco veces”. Según Ojea, “el Señor está mezclado con la multitud, apretujado, la multitud lo apretuja. Esto significa que lo demanda continuamente. Jesús parece dormir en el Evangelio solamente en la barca y enseguida se tiene que despertar porque lo requieren, es como si Marcos quisiera remarcar que el Señor siempre está disponible; que él está a gusto mezclado con su pueblo y experimenta allí un gozo superior como dice el Papa en Evangeli Gaudium”.
En realidad, resaltó el obispo, “esta actitud de estar mezclado con el pueblo no le priva al Señor de estar atento a cada persona. El Señor guarda esas dos facetas, digamos en el trato con nosotros. Nos quiere en medio de un pueblo y nos quiere como personas. Así, cuando se dirige a curar a una chiquita enferma que está muriéndose, según se lo pide el padre; inclinándose y mostrándose ante él, en el camino apretujado por la multitud, aparece esta mujer que hacía 20 años estaba enferma y probaba todo y con mucha humildad piensa: ‘Si toco los flecos del manto quedaré curada’. Y el Señor reclama enseguida: ‘¿Quién me tocó?». Se lo pregunta para poder verla, para poder estar frente a ella, confirmarla en la fe: «Tu fe te ha salvado’”.
El presidente del Episcopado Argentino manifestó: “Luego, Jesús, se dirige a la casa de la familia de la hija del jefe de la Sinagoga y allí encuentra a la gente ya llorando, la niña ha muerto, y él responde: ‘No, está dormida’. Todos se ríen de él, pero a él no le importa nada. El Señor sabe lo que va a hacer, entra con Pedro, Santiago y Juan; y con los papás. Y el Señor resucita a la niña y es tal la atención a la niña y a los miembros de su familia que, dice el Evangelio que después le entrega la niña a su papá y a su mamá y lea encarga que coma. El Señor está hasta en este detalle: ‘Denle de comer’. Tan sensible el Señor a estas cosas pequeñas y que son en nuestra vida tan cotidianas y tan necesarias”.
Finalmente, Ojea señaló que “el Evangelio de hoy nos destaca la actitud de humildad de aquellos que se dirigen ante Jesús, tanto la mujer que padecía flujo de sangre, como el jefe de la Sinagoga. Pidámosle al Señor que nos dé una fe traspasada por la humildad, una fe que nos indique quiénes somos nosotros y quién es el Señor, una fe que nos permita confiar y arrojarnos con confianza en las manos de aquel que nos mira, que nos tiene en cuenta y que, aunque pensemos que está lejos, está siempre cerca de nuestro corazón”.
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