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Comentario al Evangelio de Corpus Christi
En la Solemnidad de Corpus Christi, el obispo emérito de San Isidro, Mons. Oscar Ojea, inició su comentario al Evangelio reflexionando sobre la bendición que Jesús pronuncia sobre los cinco panes y dos peces que le presentan, “que eran todo lo que tenían”. Según el obispo argentino, “bendición quiere decir bien, expresar un buen deseo, pero también es un don, es un reflejo del don que se recibe”.
Ojea recordó que “nos encontramos con la bendición de Abraham. En él serán bendecidas todas las naciones de la Tierra. Esta bendición viene de lejos, viene de Melquisedec. Pero la bendición de Abraham la reciben todos los hombres de buena voluntad de todos los tiempos. Todos los miembros de las religiones monoteístas, las personas que creen en Dios, es la bendición al creyente. No la reciben los que maldicen. Y los que maldicen son realmente violentos. Los que maldicen no cuidan su modo de hablar con respecto al prójimo y en sus labios no hay palabras buenas”.
En su reflexión apuntó que “el Señor pronuncia la bendición sobre el pan y esto tiene un efecto multiplicador. Más tarde en la Eucaristía, cuando Él haga la bendición sobre el pan y sobre el vino, su palabra tendrá un efecto transformador, que es el misterio que adoramos hoy, el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Pero todo esto arranca con una bendición. Por eso en nuestro pueblo es tan apreciada la bendición”. Refiriéndose a su ministerio presbiteral, dijo que “como sacerdote me estremezco muchas veces frente a la devoción con que nuestra gente nos pide la bendición. Muchas veces con la cabeza gacha, con los ojos bajos, pero con una enorme concentración. Es como recibir el buen deseo de Dios, la buena palabra de Dios. Es como rescatar todo lo que hay de bueno en mí, todo el bien que por ahí está mezclado con otras cosas que son oscuras, pero sin embargo la bendición hace salir a flote todo lo que hay en mí de bien”.
Según el obispo, “cuando bendigo el pan, no se bendice solo un objeto de consumo, se bendice el compartir, se bendice la mesa, se bendice la familia grande o chica, se bendice el trabajo que está detrás del pan, que se gana con el sudor de la frente y muchas veces también con el sudor del corazón. La bendición abarca el pasado y el futuro. El futuro porque al decir una palabra buena me da un horizonte hacia adelante para poder confiar, para poder estar mejor, para sentir esa palabra buena que me viene de Dios, esa palabra que renueva en mí la creación. Y hacia atrás porque se convierte en acción de gracias también por los bienes recibidos. por los dones recibidos”.
Finalmente, Ojea recordó “que la Virgen le transmitió al Señor todo lo que necesitábamos, ‘no tienen vino en las bodas de Caná’, le decía y que nos transmitió a nosotros lo que debemos hacer. ‘Hagan todo lo que él les diga’”. Por ello, pidió “que la Virgen nos lleve a adorar el Cuerpo y la Sangre de Jesús y aprender a bendecir, aprender que entre nosotros surjan verdaderamente palabras buenas y palabras de bendición en un momento en que estamos tan llenos de palabras que maldicen”.
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