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Un tiempo para revisar nuestras actitudes personales, pero sobre todo eclesiales
En pocas horas, la Segunda Sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo sobre la Sinodalidad nos va dejando algunas reflexiones, que deben llevar a preguntarnos sobre algunas actitudes que debemos dejar para atrás si queremos ser una Iglesia sinodal, si queremos de hecho vivir en la práctica la sinodalidad.
Me ha hecho pensar las palabras del Papa Francisco en la homilía de la misa de apertura, en las que advertía sobre el peligro de encerrarnos “en diálogos entre sordos, donde cada uno trata de ‘llevar agua a su molino’ sin escuchar a los demás y, sobre todo, sin escuchar la voz del Señor”. Una vez más, nos advierte sobre una actitud presente en mucha gente, también en muchos de nosotros, también en mí y en ti, aunque no seamos capaces de reconocerlo.
La tentativa de cada uno “llevar agua a su molino” es una muestra de que no conocemos quien es Dios, una fuente de agua en abundancia para todos, que mueve la vida de todos, el agua mueve la rueda del molino, también la de aquellos en quienes nosotros no somos capaces de descubrir la vida que nace de ellos, pues no olvidemos que Dios deposita esa vida en cada una de las criaturas.
Cuando escuchamos a los demás y escuchamos la voz del Señor, nos vamos enriqueciendo, todavía más cuando esa escucha nace de la diversidad. Aunque tengamos miedo de quien es diferente, de quien piensa diferente, también en la Iglesia sucede eso, la diversidad es fuente de conocimiento, es algo que engrandece nuestra vida, pues nos deparamos con personas, con realidades, con formas de vivir la fe, que, por ser desconocidas, nos permiten aumentar nuestro bagaje.
Francisco es alguien con una gran capacidad de cuestionarnos, de ponernos delante de nosotros mismos y delante de Dios, una actitud necesaria para poder crecer personal y comunitariamente, para poder caminar juntos, para poder hacer realidad una Iglesia sinodal. De ahí la importancia del tiempo de retiro previo a la Asamblea Sinodal, de la necesidad de vivir el Sínodo en un clima de oración para así poder escuchar la voz del Espíritu, que pueda ayudar a los miembros de la Asamblea Sinodal a indicar “posibles trayectorias de crecimiento por las que invitar a caminar a las Iglesias”, que decía el cardenal Hollerich, relator general del Sínodo, en la primera congregación general, que tuvo lugar en la tarde del 2 de octubre.
No queramos acaparar a Dios, no pensemos que somos los únicos que le conocemos, no nos sintamos dueños de Dios. Convenzámonos de que caminar juntos nos enriquece, que repartir el agua que viene de Dios no sólo enriquece a los otros, también a nosotros mismos. Disfrutemos del caminar juntos, sintamos la alegría de vivir nuestra fe en comunión con la humanidad y con todas las criaturas. Es tiempo de asumir que sinodalidad es compartir el agua con todos, que llevarla a tu molino, sólo te empobrece.
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