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Aviso a sinodales (y no sinodales): todo cambio necesita una conversión
Profundizar en una dimensión esencial en el caminar de una Iglesia sinodal ha sido el propósito de los últimos días en la primera sesión de la Asamblea Sinodal del Sínodo de la Sinodalidad, que se realiza en el Aula Pablo VI de 4 a 29 de octubre. El tercer Módulo del Instrumento de trabajo, el B1, que será finalizado este martes, ha sido una llamada a la corresponsabilidad en la misión.
La cuestión que se plantea es si los participantes del Sínodo habrán conseguido responder a la pregunta que era punto de partida para la reflexión emprendida el último viernes: “¿Cómo podemos compartir dones y tareas al servicio del Evangelio?”. En la rueda de prensa de este lunes, la hermana Patricia Murray definía la Asamblea Sinodal como un tiempo en el que se estaba “escuchando el soplo de la voluntad de Dios entre voces diferentes”, algo que en realidad se puede aplicar a todo lo que se lleva a cabo en una Iglesia sinodal.
En este momento en el que la Asamblea está entrando en su segunda mitad, algunos se preguntan hasta qué punto el proceso sinodal, la dinámica de la conversación en el Espíritu, está avanzando y ayudando a escuchar ese soplo de la voluntad de Dios en aquel que piensa diferente. El riesgo es aquel contra el que Francisco siempre advierte, que la ideología hable más alto que el Espíritu, que las posturas cerradas, ancladas en el pasado, que nos llevan a conservar nuestro statu quo, sea este el que sea, quieran ser impuestas dentro de la Sala Sinodal.
Abrirse a la novedad de un nuevo modo de ser Iglesia, una Iglesia sinodal, en el que es necesario volver a los pupitres para aprender sus secretos y conocer sus entrañas, es una necesidad. Es asumir una dinámica sinodal para así responder, desde la escucha, el diálogo y el discernimiento comunitario, a los clamores que el tiempo actual está poniendo en nuestro caminar eclesial, personal y comunitario, un transitar determinado por el bautismo.
En esa tesitura surge la necesidad de dejarse iluminar por el Espíritu, que ayuda a trascender la realidad, por desborde, como tantas veces dice Francisco. No podemos olvidar que todo cambio necesita una conversión, y estamos ante un Sínodo que puede ser considerado una tentativa de reforma eclesial, apuntada en el Concilio Vaticano II, pero que no se ha concretado en la medida en que debería.
Para ello es fundamental aprender a construir juntos y juntas, superando ataduras, personales y comunitarias, que impiden romper, confrontar opiniones diversas para encontrar en el discernimiento comunitario el rumbo a seguir en medio de posturas enfrentadas, evitando distanciamientos que impidan seguir caminando en una dirección común, que no olvidemos es propósito evidente en todo proceso sinodal. Para seguir caminando juntos y juntas a veces es necesario tener la valentía de pedir perdón, y eso es algo que en algunos momentos no es fácil, pero es lo que sana heridas y permite seguir caminando juntos, en verdadera sinodalidad.
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